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PiaBz GALDÓS -
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,ma de qui"en no da importancia
á
las
COS88
de
la tierra; los demás eran estatuas. -
-C¡CoJ!io
autoridad'l-repitió D. Juan.-Esta
sefiora.....
. Esther
ávan~ó
gravemente,
y
sin
revelar
turbación, ni enojQ, .ni despecho ni burla, di–
rigióse
á
su h-ijo, y poniéndole la mano en el
hombro, exclamó con
voz
Bonorá:
cYa estoy yo
tambi~n
aquí. -
-¿Qué quieres, madre?:. ,preguntó Daniel
(!oÍl'
terror de infierno.
.
Esther, ,fijando los ojos en el serior
Carde~
naI
y
abaréando después con una mirada
á
toda la familia, respondió:
cQuiero impedir un mal diciendo
á
esta no·
ble
familia lo que no
s~be.
_
-¿Qué? .. Seilora, su hijo de usted nos ha
,hablado muy claramente-dijo el Arzobispo.
:-Es
natural que usted se oponga... Nosotro8
nos atenemos -al piadosa deseo ae este joven, '
manifestad~
explícitamente.
-Es que yo debo declarar algo-manifestó
',JCstber con expresión dramática.-Yo debo
declarar lo que aquí no sabe nadie,
y
es...
quCJ
mi hijo
no
merece pertenecer
á
esta
familia. /
-¡Sel1ora!. ..
~
Pálido como un muer to, Daniel parecía
aho–
gado con
~u
propia voz. que no podía
salir