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308
B. PÉREZ GALDáB -
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~Suficientee '
m,edios
ten~,á
de probarlo–
~iio
Serafinita.--Despuée de lo que lÍemo8oido
no
s~
cuente conmigo para
n~da. ~
, D'ofía Serafina dió un paso hacia la
pu~rta.
Gloria la detuvo. Corriendo en seguida hacia
Morton~
y
poniéndole ' la
~ano e~
el pecho,
cO,mo quienJa pone so.bre los
~vADgelios
para
jurar, la
huérfan~
de
Lantig\u~,.
eón
voz
de
ángel D!ás que de mujer, dijo. así: cSi para to-
, dos eres', criminal, ' para mi' eres inocente. .
-¡Oh,
bendita tú mil vecesl-exclamó el ia–
raelita
abl~azándo18
con violencia, Bntes' que
" nadie lo pudlel;a- impedi'r.-¡Y habrá quien,
preténda
separar~e'
de
til. ~ .
Eres mi esposa•••
Me perteit'eces.•. 'Te reclamo..• Te llevaré con–
-migo·qe grado
ó
por fuerza, ,ain éODsideracióD
á
padie n;
á
nadsu. ¡Setlor Cardenal, setlorel,
repito que quiero ,ser cristiano.•. prontol
t
El Cardenal tomó
á
Gloria de la mano
y
lA
.apartó del hebreo.
cNosotros... -balbució fr.uDciendo el cello.
-Nosotros... ¡ayl Las ,circunstancias han cam-
biado.»
.
Todos volvieron
á
mirar
á
Esther, que se
abalanzó hacia su hijo, diciéndofe con violen–
to gesto
y
tono imperativo:
e
Vámonos de aquí. ¿No ves que te arrojan'.
Momento de perplejidad. Los Lantigu8I
le