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242

B.

psnRz

GALD6s

.

s

t

,

_,. - sombrero saludó

á ·

las sa.ntas, imágenes. Un

.

cl~mor

i.nmenso resonó en la cabeza de la pro–

. cesión, clamor que

fué

p1'9pagándose

y

retum–

bando como los eco

3

del trueno hasta llegar

á

la cola.

E.

clamor decía: clViva el Cardenal de

Lantigual lVi va

t:.,.

~

,.

Po'co fal,tó para que los pasos

fue~'an

,aban-

donados en medio de la

ví~, s

y'. cogido en bra–

zos y llevado en

procesjó~

el gloríoso hijo de

.,Ficóbrjga, s

á ·

quien sus , paisanos no habían

. visto

d,e~de

que fuera elevado al cardenalato.

D. Angel lloraba de agradecimiento.

, Pero 'el entusiasmo fico.brigense no

impi~jó

,s

qu,e todos/y cada .uno de los acompaftantes de

la procesión se fijase en un hecho

sing~larfsi-

·mo. En el coche -de Su Eminencia venían dos

se1ioras, una de"ellas muy principal y sobera–

namente hermosa; la otra con aspecto de su–

bordinación, mas no tan humilde que pare–

ciese criada. Ambas bajaron del carruaje cuan–

do el seilor dardenallo abandonó, y contem–

plaban la procesión con más curiosidad que

recogimi~nto.

¿Quiénes eran'? Esto preguntb,ban todos

108

que al pasar las vieron, y en largo trecho no

l!e habló de otra

COS8

que de las dos damas

que exornaban con su belleza el carruaje car–

denalicio.

D.

Juan Amarillo lanzó sobre ellas