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B.
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GALD6s
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s
t
,
_,. - sombrero saludó
á ·
las sa.ntas, imágenes. Un
.
cl~mor
i.nmenso resonó en la cabeza de la pro–
. cesión, clamor que
fué
p1'9pagándose
y
retum–
bando como los eco
3
del trueno hasta llegar
á
•
la cola.
E.
clamor decía: clViva el Cardenal de
Lantigual lVi va
t:.,.
~
,.
Po'co fal,tó para que los pasos
fue~'an
,aban-
donados en medio de la
ví~, s
y'. cogido en bra–
zos y llevado en
procesjó~
el gloríoso hijo de
.,Ficóbrjga, s
á ·
quien sus , paisanos no habían
. visto
d,e~de
que fuera elevado al cardenalato.
D. Angel lloraba de agradecimiento.
, Pero 'el entusiasmo fico.brigense no
impi~jó
,s
qu,e todos/y cada .uno de los acompaftantes de
la procesión se fijase en un hecho
sing~larfsi-
·mo. En el coche -de Su Eminencia venían dos
se1ioras, una de"ellas muy principal y sobera–
namente hermosa; la otra con aspecto de su–
bordinación, mas no tan humilde que pare–
ciese criada. Ambas bajaron del carruaje cuan–
do el seilor dardenallo abandonó, y contem–
plaban la procesión con más curiosidad que
recogimi~nto.
¿Quiénes eran'? Esto preguntb,ban todos
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que al pasar las vieron, y en largo trecho no
l!e habló de otra
COS8
que de las dos damas
que exornaban con su belleza el carruaje car–
denalicio.
D.
Juan Amarillo lanzó sobre ellas