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.

144

B. PÉREZ <JALDÓS

Piensa

en el

ejemplo del tratante

en perlas,

que ' pre,sentó Nuestro

Seilor

Je~ucri~.to;

y

fué

que,

viendo el mercader

una

pei-la

iuás hermo..

SR

que todas, vendió las que

tenía

para

com–

prarla. Del

mis~o mo~o

tú,

para comp:r;ar la

perla del

,reino

de los cielos,

es fuerza

que

ven–

das .todas ,' absolutamente todas las

que

Eosees.

- Menos

una,-dijo

pIoria

tímid,smente.

I

-Dios no ogradece los

sac~ifi:cios

de

las co-

saos

pequefias, sino los

de

las

grandes•..

¿Qué

le

has ofrecido b,8sta ahora? Los placeres

del

mundo,

las

relaciones sociales;

tu fama, tu

reputación ...

Eso

'no val e

nada:

lo que

El quie–

re

es

tu

corazón .

¡Los corazones son

las joyas

con

que

se obsequia

al

Eterno

Padre!

Esos

son

Io,s diam ant-€s

y

las

perlas 'de

que está foro

mado

su

t ron o-••. ¿Crees que

basta el

perdón

d e

las

inj uri as'- la humildad

y

la

conformidad

.. en

sufrir

desaires

y

calumnias?

-Ya sé

que

~se

mérito

no

es

granqe,

que–

r ida tia;

ya

que

hay sacrificios mayores ,

mucho

mayores .

¡Dichosas

las

almas

que tie·

nen

fuerzas para

hacerlos! ...

Para

perdonar

á

mis

enemigos creo que no necesito probar

la

desgracia.

Si

en mis

tiempos

felices los

h ubie·

ro, tenido,

los

habJ'ía

perdonado del mismo

modo. De la

humildad no

puedo

vanagloriar–

me, porque no la tengo

completa,

yo sé

q

e