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Libro Sesto

Capítulo

IV

Salas que servían de plaza

y

otras cosas de las casas reales

E

NMUCHAS CASAS DE

las del Inca había galpones muy gran–

des, de a docientos pasos de largo y de cincuenta y

sesenta de ancho, todo de una pieza, que servían de plaza,

en los cuales hacían sus fiestas y bailes cuando el tiempo con

aguas no les permitía estar en la plaza al descubierto. En la

ciudad del Cozco alcancé aver cuatro galpones destos, que

aún estaban en pie en mi niñez. El uno estaba en Amarucan–

cha, casas que fueron de Hernando Pizarra, donde hoy es

el colegio de la Sancta Compañía de Jesús, y el otro estaba

en Cassana, donde ahora son las tiendas de mi condiscípulo

Juan de Cillorico, y el otro estaba en Collcampata, en las ca–

sas que fueron del Inca Paullu, y de su hijo Don Carlos, que

también fue mi condiscípulo. Este galpón era el menor de

todos cuatro, y el mayor era el de Cassana, que era capaz de

tres mil personas. Cosa increíble que hubiese madera que

alcanzase acubrir tan grandes piezas. El

cuarto galpón es el que ahora sirve de

iglesia catedral. Advertimos que nunca

los indios del Perú labraron soberados

en sus casas, sino que todas eran piezas

bajas, y no trababan unas piezas con

otras, sino que todas las hacían sueltas,

cada una de por sí; cuando mucho, de

una muy gran sala o cuadra sacaban

a un lado y a otro sendos aposentos

pequeños, que servían de recámaras.

Dividían las oficinas con cercas largas

o cortas, para que no se comunicasen

unas con otras.

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