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¡._-

Implícita

en

su

visión

de los indios estaba

la idea de

que

la

capacidad política de

estos pasaba necesariamente por su

alfabetización.

Una

vez letrados

se

transformarían en

mestizos

o

cholos,

danda así un

paso hacia

1m nuevo

estadio

de

la

evolución de la clase

trabajadora -

sin

por ello dejar

de estar

subordinados a

los intelectuales wltos. La confianza

extendida

a principios de siglo acerca del

poder

de

la

educación

para transformar

la

configuración

racial del país

conti–

mtaba

moldeando la imaginación política

a mediados del mismo, a pesar del abierto

rechazo a

la

misma noción

de

raza.

Individuos como Mariano

Turpo

de

Lauramarca y

Saturnino Hui/lea, que

habían

sida líderes políricos desde los

años

30

y que

todavía

estaban

activos

en los

70, reconocían que

la alfabetización

era

un camino

para el fortalecimiento

de

la

capacidad

política.

El lector recordará

que en

1933

Turpo

se

dirigió a los

sin–

dicalistas de Lauramarca

como •com–

paiieros»y

recomendó que debían «insistir

en

nuestra

necesidad

de

instrucción,

sabiendo

q11e

leer

nos

hace más indios».

Al igual

que

los políticos

de

la élite,

creía

q1te la alfabetización

borraba

la

condición

social

de la

indianidad.

No obstante,

para

él

esto no

exigía

una

desaparición

de

la

culrma indígena,

tal

como

los intelectuales

dominantes pensaban . Los lideres de

Lauramarca estuvieron entre

los sin–

dicalistas cusqueños más

astutos

y

exitosos

del siglo

y

mantuvieron

Sii

lucha por más

de

setenta

años.

A

lo largo

de todo el

periodo

fueron

capaces de

negociar con

políticos profesionales conservadores

y

progresistas. Su práctica política,

no

obstanre, incluía la

participación

en

obligaciones

religiosas indígenas.

Durante

los años

70, en su momento

de mayor

éxito, por lo

menos quince

de los líderes

eran

sacerdotes

andinos. Esto no

significó,

sin embargo,

que

abrazaran

la

indianidad

como identidad

social.

pp.

212-214

32

medalla y diploma .

iempre me gu tó leer un montón, mi

li bro favorito eran

La metamorfosis, Aves sin nido, Cien años de

soledad,

El

retrato

de

Dorian Gray,

un montón. En poesía me

gustaba Vallejo, aunque ahora me e tá gu tando

Las flores del

mal,

de Baudelaire.

Vine por primera ez a Lima a lo nue e año , durante do

emana . Yo, por mona, por niña , quería conocer Lima.

Imaginaba que Lima era linda, porque todo el mundo que

venía de ahí regre aba cambiado, hab laba di tinto, a í que me

animé a enir o lo por querer aber cómo era. Una tía fue la

que me dijo para enir, pero por celo de us hijas hicieron

que me aya mal y me regre é. Me acuerdo que cuando hab laba

e reían, n

comprendía por qué e burlaban de mi acento o

por alguna palabras que decía. Me hacían entir incómoda, a

veces lloraba en mi cua rto. Mi tía enía a preguntarme qué me

pasaba, n o me encía comp rendida. Ha ta ah ra hay un

prejuicio muy gra nde aquí en Lima con lo que

ienen de

provincia, pues pien an que o rno bruto , que no podemos

ap rende r. Por ejemplo, ahora me preguntan qué hago y les

digo que canto, que et y grabando mi di co, toco piano. Me

preguntan dudando. Tanto e el celo, que no pueden creer

que uno progrese.

Aprendí a hab lar el quechua gracias a mi abuelita. Mi

padres hablaban con no otros en ca rellano. Solo cuando venían

vi ita hab laban en quechua. Po r e o, siempre me escapaba

donde mi abuelita para aprender quechua. Me gu taba la fuerza,

el mando del quechua,

;apamuy!,

y e a forma para hablarlo, ese

gu tito para decirlo. No era como el ca rellano, tan seco. Yo

sentía que tenía una mel día que me llamaba la atención. Me

gustaba también que cuando le hablaba a los animale de mi

abuelita o lo me entendían en quechua . Mi

anima les sí

comprendían castellan , pero lo de mi abuelita no y eso me

hacía querer aprender má el quechua. En el campo siempre

les hab lamo a los anima les y ell o entienden . Cuando los

a nimal e quieren meterse al maíz le dice

.¡Va a,

maytaq

riqkanki!», y el animal abe que no debe meter e, te obedece.

En el colegio no te enseñan quechua, aunque a veces se

habla. Alguno profe ore no lo aben bien. Los padres hablan

quechua, pero los hijo han dejado de hablarlo porque tienen

vergüenza, porque todo el mund

e rie; pero e cosa de uno

mismo.

i la gente e ríe, ¡qué importa!, si tú habla como a ti

te gu ta,

i te hace emir mejor, e tá bien.

En el co legio ya no tenía mi ed

al público, porque me

dediqué a cantar. Cantaba huayno , huayno neto y puros de

la zona: «Huamanga», «Huérfano pajarill

»,

. Helme», •La flor

de retama•, que es el himno de Huanta. Y, bueno, cantaba,

concursaba yganaba premios. Repre enté a Huanta como cuatro

año . Lo c ncu r o eran en disti nta

ede : Parinacochas, Cora

Cora, Víctor Fajardo, todas la provincias de Ayacucho;

depende de quién ga naba ese año para elegir la provincia del

p róximo concurso.

COLOQUIO LO CHOLO EN EL P ERú