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nuestros pechos el amor,

la cniridad,

la tolerancia i todos los nobles sentimientos que nos incitan a

amar a nuestros semejantes como a hermanos. Son ellas las que nos hacen amar la virtud i J...'t

verdad i aJejarnos del Yicio i la calumnia, las que nos dan fortaleBa en la desgraeia, prudencia

en

la

prosperidad. Eon la moral i la inF;truc'cion

las.

que os harán respatar el trabajo, o!Ul.lquiera que

sea su forma, -vencicmdo asi 19. necia preocupacion que algunos abrigan de que hai industrias de–

gradantGs para el que las ejeroe. El trabajo honrado cualquiera que sea su ·forma, ennoblece, dá

dignidad al hombre: lo que lo degrada, lo que lo enTilece as la ociosidad, son los Yioiüii;, el tnúica.r

eon su co:::iciencia i sns opiniones, i buscar la subsistencia por caminos tortuosos e inmorales que se

ocultan eu la oscuridad de la -ver(Üen11a.,

LG.

dignidad no nos la damos no¡¡otros mil;moio, tampooo

nos

la.

da la industria o profssion que ejerzammi; la dignidad la conquistamos po.1 nueetra horu-a-

1

dez, labo1i o idr. i buena a-sinducta; aaí es que, a los ojos del hombre sensato, es

ma.ii

digno i mas

útil a la n.tria el pean gañan que cumple estricto.menile con sus deberes, qne i.l rico opulento qoo

gasta su cuerpo i pervierte su alma en la orápul:7. i emplea sus rique¡as en sembrar

la

prostltucion

i

los vicios.

1

Esta conviccion de qne la dignidad del hombre no depende de la industria que ejerza sino del

:fiel cumplimiento de sus deberes como hombre i como ciudadano, hará. destruir otra janeral preo–

<inpacion, que la felicidad consi.ste en la riquelila--por cuya adc;¡nisicion -vemos con dolor

a

muchos

hombres sacrificar su tranquilidad i buenos sentimientos, consumir lastimosamente sus fuerzas

i

t omar mncha.s

TeC<&S

caminos q•e se alejan mucho de la equidad. La felicidad elil relativa: el set·

felices depend(§ de que nos oreamos tli.llis, ya nos abriguemos en espléndidos palacios, ya tengamos

:por techo el de la humilde choza del prol«itario. La riqueza

eil

un elemento de felk:idad si se quiere,

mae no es !iUa sola la quo la oonatltuyo. Porque no consista la felicidad en la satisfaccion de todos

los goces materialae que proporciona la riquezll., que es lo que seduce a la multitud, sino en la l!!a–

tisfaccion dtl alma. que nos proporciona una vida laboriosa i honrada, escepta de remordimientos,

i

la consecucion de moderadas Mipiraciones. El solo goce de los sentiúos enerva nuestras fuerzas

fí–

sicas i morales, i al

fin

produce lll. saciedad i el hast!o, i ¿puede considerarse e¡¡to como la felicidad?

--Limitad vuestras pasiones i deiieos, cumplid fielmente con vuestras obligaciones, buscad en el

traba ·o moderado pero const:mte i ·en el estudio, la salud del cuerpo

i

del alma i el medio de -vivir

modest a. i dignamente, no hagaie mal a nadie sino por el contrario haced a vuestros semejantes

todo el bien que eeté a vueetro Y.lca.nce, haceos dignos de la estimacion de los que os rodean,

sed

buenos padres, ouenos esposos, amantes

i

respetuosos hijos, honrados ciudadanos, fieles amigos,

i

la.

satisfaccion de alegria que esperi.mentareis siguiendo esta línea de conducta, no poclrá comparar–

se al mas rico tesoro. La efimera felicidad i prestijio que no6 pro¡;orcion:;-, la sola riquew,, desapa–

xecen con ella; miéntraa qmi la felicidad que apénas os bosquejo dura tanto cuanto la vida del hcm–

bre ci..ue la disfruta.

I s1 la instruGcion primaria es tan indispensable al hombre, cualquiera que sea su condicion

i

cualquiera que sea ln. profesion u oficio a que se consagre, ¿qué diremos de la mujer, de ese anjel

custodio concedido por Dio¡¡ al hombre en su infinita bondad, para velar sobre él con solícito cui–

dado desde la cuna hasta el sepulcro, i cuya felicidad, en su -vida de amor i sacrificio, no es mas

que un reflejo de la nuestra? Hubo un tiempo de barbarie e ignorancia en que la fuerza bruta.

ejerció su predominio, i en el cual la mujer fué considerada como sumisa esclava del hombre, no.–

cid!l. únicamente para satisfac"r sus sensuales placeres e incapaz de otras ocupaciones que

cl0

los materiales cuidados cloméstieos. Mas vino el cristianismo i bajo su poderosa iníiuencia la au–

misa eselava se hizo sefiora sin perder su sumision, el instrumento de torpes placeres convirtióse

en foco luminoso de felicidad, la humilde sir-viente en verdadera providencia. Desde entónces la

mujer, sa ntuario misterioso donde el Creador depositó el jérmen del linaje hum:mo, recobró todos

sus desconoeidos privilejios i abrléronsa a su -vista vastos i luminoeos lJorizontes. Desde entónces

la mujer -vino a ocupar el lug¡¡,r para que la habia destinado la mente di-vina al concebirla para ser

la dulce compañera del hombre i compartir con él sus penas i sus alegrías,--para ser la fuente ina–

gotable de amor, de consuelo, de esperarum, i en cuyo seno buscamos cuando ninos el jugo de au

vida qne es nuestra -vida; hombres, los suaves consejos, los tiernos consuelos, las lág1imas herma–

nas que endulzan nuestros pesares

i

confortan nuestras fuerzas gastadai:\,len la lucha con las con–

trariedades de la -vida.

El hogar domestico es su modesto imperio, donde domina por la gracia

i

la dulzura que quitan

al hombre la brusquedad de sus pasiones,

i

desde donde, denamando sobre la humanidad los

te–

soros de amor i caridad que enciena su corazon, estiende su bienhechora infiuencia sobre lus cos–

tumbres

i

ciYilizacion de toda la sooiedad. ¿I cuál es el secreto de esta infiuencia?--es la maternidad.

El prodijio mayor que existe en el órden físico i moral de la sociedad; mfaion

011.si

diTina confiada.

por Dios a la mujer! Si segun la naturaleza somos deudores a la mujer de la vida mate1ia.l,

fo,

Provideneia ha querido qne

le

debamos tambiep. la iniciacion en la -vida moral e intelectual, i es1o

es lo que constituye su doble i sagrada mision. No basta dar hijos al mundo sino que es p1·eci,io

hacer de ellos fieles i útiles senidorea de la patria, miembros provechosos de la sociedad de que

hacen parte. La maclre cristiana no es solo la que nos dá el ser, nos alimenta con su sangre, rod!!(t

nuestra Waneia de tiernos cuidados, formándonos así como una atmósfera de c1:11·iño, la que

gu.i;¡.

nuestros primeros·pasos, la que vela por nuestra inesperiencia i a fuerza de runm· i des elos tratl

de darnos la

~alud

i robustez que prolongan nuestra vida¡ sino tambien

fa.

que nos ensefia 1::. pri–

mera oracion que despierta en nosotros el sentimiento relijioso, la que ·aba. en nuestros corazo–

nes por meclio de la palabra

i

el ejemplo los saludables preceptos ·de la moral, la que enciende en

nues~ras

almas el fanal de los buenos sentimientos, que deciden de

nne~tro

porvenir

i

nos s¡¡,lnn de