Espinosa
Medra.no, diestro en
la
alegoría.
y
en
los golpes de escena, no ha descuid11do tampo–
\lO
~n
su obra que sea terreno fértil
y
pbro
aquel en qtle se deposite la prim€ra revelación
del Criador. por eso elije el corazón de la mujer,
creyente sincera de todas las elucubraciones
maravillosas del e11piritu.
VI
Las canongiae requerián oposich!m en
~oh•
curso.
Espinosa
Medra.noacunió
á
él,
instado por
sus
numerosos discípulos, pues
1
nunca abandonó
la emeñanza de la juventud, que iba· ante su
ciencia y sagacidad
en
demanda de lecciones.
Esta
fu~
la época. en que los émulos, que
11.unca. han faltado en la vida de los hombres
de roj{ritos, pusieron
á
relucir sus armas para
lli
ruin batalla. La envidia, por supuesto, acn·
dió solícita contra el sacerdote, pero tuvo que
rasgar sus vestiduras, como el Pontífice confun–
dido por la serena palabra del Mallstro, y huyó
despavolida para
refu~iarse
en los tenebrosos
antros
de la
derrota,