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del Salvador,
y
el nuestro es el
cumplirla. Mantenednos con ese .
Pan
tan necesario para nuestras al–
ID3S ,
como el
otro
para los
cuer–
pos.
Danosle oy :
danosle
en aquel
dia , que no se
acaba nunca.
Em–
piece·
desde oyese
bienaventurado
dia:
empiece yo
a
vivir para la
eternidad.
A
este
exercicio del
amor
se
debe juntar
el
del
a.mor
penitente;
y
empieza asi:
Perdonanos nuestras
·
ieudas.
Oyga yo ,
como la Peca•
dora , de boca del Salvador estas
palabras de
consuelo :
Muchos pe–
eados le
han
sido
perdonadoj, porque
·amo
mucho:
a
quien
mas se le perdo-
Luc.
VII.
na' mas
ama:
a
quien
menos se
le per-
43. 47
o
dqna
,
menos anu1.
Es decreto de
la
Verda~
Eterna. Perdona , pues,
y
haz ,
Señor,
que
yo
te ame
a
proporcion de los pecados ,
que
tienes que perdonarme.
Consideremos las lagrimas de
aquella
Santa
Penitente :
contem–
plemos aquellos tiernos
oscHlos,
que