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s·o7

del Salvador,

y

el nuestro es el

cumplirla. Mantenednos con ese .

Pan

tan necesario para nuestras al–

ID3S ,

como el

otro

para los

cuer–

pos.

Danosle oy :

danosle

en aquel

dia , que no se

acaba nunca.

Em–

piece·

desde oyese

bienaventurado

dia:

empiece yo

a

vivir para la

eternidad.

A

este

exercicio del

amor

se

debe juntar

el

del

a.mor

penitente;

y

empieza asi:

Perdonanos nuestras

·

ieudas.

Oyga yo ,

como la Peca•

dora , de boca del Salvador estas

palabras de

consuelo :

Muchos pe–

eados le

han

sido

perdonadoj, porque

·amo

mucho:

a

quien

mas se le perdo-

Luc.

VII.

na' mas

ama:

a

quien

menos se

le per-

43. 47

o

dqna

,

menos anu1.

Es decreto de

la

Verda~

Eterna. Perdona , pues,

y

haz ,

Señor,

que

yo

te ame

a

proporcion de los pecados ,

que

tienes que perdonarme.

Consideremos las lagrimas de

aquella

Santa

Penitente :

contem–

plemos aquellos tiernos

oscHlos,

que