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contrándose en este punto con el mayor Acosta y Lara de la

gente de Aparicio, que se habia quedado

rancheando

á reta–

guardia de la columna, el que no dejó de recibir alguna sorpre–

sa al encontrarse derepente rodeado de los que creyó enemigol'!

en el primer momento. De aqui siguieron al Paso de Aguiar en

el Río Negro, donde se encontraron en su estancia con el Co–

mandante D. Nicolás Aguiar, propietario de aquel campo,

i~.~

corporándose ese mismo dia alt General Aparicio, desJJues de

quince · dy co,rrerias. El General estaba pescando muy traq–

quilamente con un aparejo en el paso de Mazangano, del mismo

Rio Negro, mientras hacia pasar sus fuerzas para el departa–

mento de Cerro-Largo, y despues de haberlos saludado é infor–

marse del itinerario que habian seguido les dijo:-Han hecho

Vds. una buena cruzada, teniendo la suerte de no encontrarse

con Caraballo: ¿dpnde lo escusaron?-En el Cerro Chato,

le

contestó el Coronel Estomba. - Si, dijo Aparicio como res–

pondiéndose á alguna idea suya; no me persigue á mí por

esperar al Generai Medina, pero se va á llevar chasco, pues

á los de Entre-Rios voy á llamarlos al Sud. Por ahora, Coronel,

continuó cambiando de tono, forme Vd. á la izquierda de la co–

lumna; cuando se reuna la infanteria de vanguardia, Vd . la man–

dará.

Pero antes de terminar esta narracion vamos á relatar un he–

cho de los tantos en que fueron actores el Coronel Estomba y sus

compañeros en la travesia que acababan de hacer, y que merece

la pena conocerse.

Como ya hemos dicho, los espedicionarios venían con divisas

coloradas, cuya circunstancia <lió lugar á

qitid pro quos

mny

curiosos.

A los dos dias de haberse separado de la costa, hallándose tn–

mando caballos en una estancia, se les presentó un sargenh)

llamado Ramirez, de la gente del Gobierno, armado de sable y

tercerola y con una tremenda divisa colorada con este mote:

«Ejército del Norte; division de Paysandú>. El coronel Es–

tomba le pidió que los acompañase, creyendo que seria una

garantía para ellos, diciéndole ademas que t enia órden del

General Caraballo para no dejar soldados sueltos por aquellas

inmediaciones.

El individuo se prestó de muy buena gana

á

seguirlos: pern

despues de pasados uno ó dos días, comprendieron que les per–

judicaba semejante compañia. Entonces, como medida extrema