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ó representacion pública, declarando además que erian ca ti–

gados conforme á la leye todos los que acata en us órdene .

Ante tan enérgica re olucion el General Rivera simuló

acatar la di posiciones del Gobierno, con iguiendo con faci–

lidad el que

e disculpasen y olvida en sus falta , en aquellos

momentos en que los ánimo

se encontraban di pue tos á la

benevolencia, celebrando en todas partes con regocijo el re–

conocimiento de la independencia oriental.

Ocultando prudentemente su despecho, puso entonces en

juego toda clase de recursos para ser nombrado Presidente

de la República, y á pesar de la popularidad que rodeaba al

meritorio jefe de los 33, General Lavalleja, candidato tambien

á aquel elevado puesto, supo de tal manera adular las pasio–

nes de unos, las ambiciones de otros, empleando alternativa–

mente la promesa y la seduccion, que al fin consiguió su objeto,

siendo electo primer Presidente Constitucional de la Repú–

blica.

Ese nombramiento

fué

recibido con vivas protestas y pro–

vocó grandes resistencias en la opinion pública, protestas y

resistencias que se tradujeron en la revolucion que estalló en

seguida y cuyo jefe

fué

el General Lavalleja.

Hubiera podido con facilidad evitarse esa revolucion si el

primer Gobierno Constitucional del pais, al empezar su marcha,

se hubiese decidido á adoptar una política liberal, buscando

el concurso de todos los ciudadanos para regularizar la ad–

ministracion y rodear sus actos de la sancion popular.

Pero desgraciadamente no sucedió así. El GeneraJ Ri–

vera interpretando con poco acierto las conveniencias gene–

rales, hizo un gobierno personal y esclusivista, negando á

sus adversarios de lucha electoral toda participacion en el

manejo de los negocios y concentrando en sus manos toda

la autoridad que ejerció á su antojo, no siempre con ven–

tajas para el país.

Semejante conducta, irritó los ánimos y avivó las pasio–

nes, dando lugar á que estallase la guerra civil el 29 de Junio

de 1832, encabezada por el General Lavalleja como ya lo

hemos dicho.

Habiendo fracasado esta revolucion, se reprodujo de nue–

vo el año siguiente y sofocada á su vez, vuelve á hacerse

la tercera; invadiendo el país el General Lavalleja, por la

costa de Higueritas el 12 de Marzo de 1834, de cuyo punto