La batalla de Manantiales fué una completa derrota para la
revolucion; sin embargo, el General Aparicio no se desanimó,
y aunque su ejército quedó casi deshecho, habiendo emigrado
algunos jefes de division para el estrangero, creyendo que fuera
imposible triunfar y dispersádosele muchísima gent e, continuó
adelante á pesar de todo, refugiándose otra vez en el departa–
mento de Cerro Largo, despues de una marcha horrible en la
que hasta se morian de frio los soldados y de haber desprendi–
do fuerzas en el trayecto al Norte, al Sud y á todos los vientos
para que r eunieran los dispersos y organizaran las divisiones
diseminadas en todo el t erritorio.
Despues de esta batalla, á no ser las marchas y contramar–
chas que se verificaron, las que, lo mas minuciosamente posible,
describimos en los antecedentes y precedentes de cada hecho
de armas, no tuvo mas novedad el ejército hasta la paz· de
Abril que los ataques frustradós á los pueblos del Salto y Pay–
sandú y la persecucion que se le hizo al General Castro en las
sierras de San Juan por los Generales Aparicio y Muniz, que se
habia incorporado en esos dias. El General Medina, tan va–
liente y tan patri<:>ta, habia desaparecido ya del mundo de los
vivos, muriendo en su ley en la última batalla.
Durante el período que trascurrió desde la batalla de Manan–
tiales hasta el dia que se firmó la paz, hubo varios encuentros
de armas parciales entre las fuerzas del gobierno y las que
había desprendido del ejército el General Aparicio.
El Coronel Pintos Baez se batia en el Arroyo Gr ande y en el
Rosario; los Coroneles Salvañach, Puentes y Olivera en Tacua–
r embó Grande, en el Queguay, Sanchez y otros puntos; e 1
General Muniz en Chafalote, donde murió el inolvidable Corone¡
Ignacio Mena; y por último, el General Bastarrica y los Coroneles
Estomba y Amilivia, peleaban en el pueblo de Artigas.
A los preliminares de la paz y á esta misma le dedicamos
igualmente un capítulo aparte.
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