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do, ahogando todo resentimiento por la sangre oriental, inútilmente dérramada

en los Manantiales, me autorizaron á ·bajar á la capital para hacer conocer á

V. E. el solo

y

único med io que consideraban práctico para evitar que fue.

sen estériles dichas negociaciones, como lo fueron las que iniciaron el ilustre

amigo de nuestro pais, General D. Manuel Luis Osorio,

y

mas tarde nuestro

virtuoso prelado, de acuerdo con otros dignísimos ciudadanos.

>

Tales eran las impresiones de los J efes de la Revolucion y tales, en con·

creto, sus instrucciones impartidas.

Pero habiendo sabido á mi arribo á esta

ciudad que el Gobierno de V. E. - dando sin duda por vencida Ja

revolu–

cion-habíase limitado á otorgar á sus sostenedores

una nueva amnistía,

y

no pudiendo esperar en este caso nada favorable á mi mision, he creído, in –

terpretando Ja honra de mi partido y sus legítimas aspiraciones á tener parti·

cipacion en los

negocios públicos, darla por escusada,

limitándome á pedir

permiso á V . E . para mi regreso por mar con los

individuos que me acom·

pañan, ya que difícilmente podria lograr mi incorporacion al ejército por tierra.

>

El Gobierno Argentino, Sr. General, animado de nobles

y

generosos sen·

timientos hácia nuestra patria,

y

deseoso de ver de saparecer

la guerra civil

que la devora, la empobrece

y

la desacredita, tuvo la alta inspiracion de ofre–

cer á los jefes revolucionarios su mediacion amistosa, que fué naturalmente acep–

tada con el mas vivo y cordial reconocimiento. Y es tambien del dominio de

los citados jefes, que el Excmo. Sr. Presidente D . Domingo F . Sarmiento se

dirigió confidencialmente á V . E ., en igual sentido,

y

con el mismo objeto, ha.

hiendo V. E . mostrádose tambien deferente á su benévola interposicion.

>

Dados esos antecedentes, los jefes de la revolucion me enviaron á que

promoviese

nuevos arreglos de paz bajo los au spicios de la mediacion de

Excmo. Gobierno Argentino, en cuyo noble

y

leal proceder y perfecta impar–

cialidad en los negocios orientales, suponen deben tener plena confianza el Go.

bierno de V. E., como la tiene ilimitada el partido político revolucionario.

>

Saludo á V. E . con el debido respeto.

Cárlos A . Lerena.

• Montevideo, Julio 26 de 187 1.

Además, para demostrar ha·ta la evidencia la falsia de las promesas del Gobierno, véase lo

que dccia el General Borgcs, intimo amigo del Presidente, en una carta que con fecha

l b

le

dirigia

á

D.

]

uan Quevedo, respecto ele las condiciones de Ja paz

ú

celebrarse.

H é

aquí

algunos púrrnfos de esa carta:

~

Yo creo y bien, que si la paz ya no está hecha, ha sido la causa el no haber querido

reconocer la autoridad del Gobierno, deponiendo las armas como era consiguiente,

f>ues creo

que el Gobierno les ofreció

g~1rantias

para sus vidas

é

interc~es,

y

que nosotros haríamos cumplir,

en todo sentido,

y

ellos saben bien que habíamos de cumplir como hemos hecho siempre que

se han ofrecido casos iguales.

!)

»

Por lo demás, esté Vd. seguro que le daré un fuerte abrazo si Vd. ll('ga á conseguir todo lo

que se propone

salvando

sú111tf>~·/#

el f>r,.ncij>,.o

del

reco11ot 1:,11i"t:11lo

del

Cob,.er110,

porque de

otro modo creo no hemos de poder arribar

a

nada.

»

Sin embargo,

tcng~

la esperanza que el limo. Sr. Obispo de l\1eg:ua, como t-s bastante

amigo de

todos esos hombres, ba de conseguir e} objeto que se propone, más creo que lo

consiga, porque est.:'lndo completamente perdidos como están, no deben desperdiciar todo lo que

el Gobierno generosamente quiera hacer con ellos.»