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cuya suerte se iba á resolver en el combate que parecia ine–
vitable.
Seria muy difícil dar cuenta exacta d'e la agitacion que domi–
naba los ánimos, ni del aspecto animado que presentaban las
calles de Montevideo, llenas de gente que se comunicaban las
últimas noticias llegadas, que las comentaban y hacian cálculos
acerca de las probabilidades favorables para presagiar el triun–
fo de gubernistas ó revolucionarios.
Al toque de diana, los dos ejércitos se aprestaron para la
lucha.
El General Suarez abandonó el campamento de la noche
anterior, de la falda del Cerrito en la quinta del Sr. D. Emilio
Berro, y á las 6·de la mañana se adelantó hácia los revolucio–
narios.
El ejército de Aparicio á la misma hora, se aproximaba á To–
ledo, llegando á la chacra de los señores Quilez.
Las descubiertas revolucionarias compuestas de los tres es–
cuadrones que la noche anterior habian hecho el servicio de
avanzadas, mandadas respectivamente por los Coroneles Pin–
tos Baes
y
Guillermo Garcia y por el Comandante D. Gervasio
Burgueño, empeñáronse desde la venida del dia en fuertes
guerrillas con las avanzadas y descubiertas de Suarez, que en–
contraron de este lado del arroyo de Toledo, sobre las caídas
del Miguelete.
Como á las 7 de la mañana avistáronse de las líneas de gue–
rrillas, que se habian mantenido firmes por ambas partes, los
ejércitos que avanzaban.
De los dos puntos enviaron proteccion á sus guerrillas, orde–
nando Suarez á las suyas que trataran de avanzar y Aparicio
á las de él que se sostuvieran en su sitio, mientt as que el
ejército revolucionario evolucionaba en el sentido de empren–
der la retirada, cuya órden fué cumplida al pié de la letra por
sus guerrillas, no obstante su desproporcion con las enemigas
y el fuego horrible que éstas les hacían.
Espliquemos porque el General Aparicio avanzó hasta To–
ledo y porque, inmediatamente de haber llegado á aquel punto,
retrocedía emprendiendo una retirada violenta. Se propuso de
esa manera sacar al enemigo de las posiciones que ocupaba y
llevarlo un poco mas afuera, hasta las inmediaciones de San
Ramon ó el Tala, donde los campos son llanos y firmes, ade–
cuados para que puedan maniobrar sin tropiezo las caballerías,