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vencidas; otro batallan retiróse del campo de batalla; se habia

quedado casi sin caballerias y sin el parque. En fin, todo in–

ducia

á

creer que tendria que declararse en derrota momento

mas ó menos tarde.

Pero aqui empezaron á cometerse los errores á que nos

hemos antes referido, los que, en nuestra opinion, dieron lugar

tanto ó mas que el mismo hecho de haberse librado el combate

en campos arados, á que p erdiesen los revolucionarios la batalla

del Sauce.

Es verdad que durante la situacion que dejamos descrita

que duraría probablemente un par de horas, siempre en la

misma indecision, se ll evaron bizarras cargas de caballería á

los cuadros de infanteria de Suarez, mientras los infantes pe–

leaban con denuedo, batiéndose s us jefes á la par de los solda–

dos, y la artilleria maniobraba de una manera brillante; pero

al mismo ti empo otra parte de las caballerías, inclusive el

mismo Aparicio, habia salido del campo de batalla persiguiendo

los dispersos, habiéndose demorado mas de lo necesario en esa

persecucion; pues hubo quienes llegaron hasta el circo de

Maroñas y otros que se entretuvieron en batirse con una divi–

sion de caballeria que se guar eció en unos alambrados.

E sta ausencia de parte de las fuerzas nacionalistas produjo

un gran debilitamiento, y no obstante los esfuerzos de los que

habian quedado en el campo de batalla, tenia al fin q ue animar

al enemigo, haciéndole reaccionar, y darle como le <lió el triun–

fo en aq uella sangrienta pelea.

En los combates, cualquier circunstancia por nímia é insig–

nifica nte que parezca, p uede producir la derrota ó el triunfo

de un ejército, y esto fué lo que pa ó en la batalla del Sauce:

despues de ser el triunfo de los revolucionarios, lo perdieron

por haberse ausentado del campo parte de las fuerzas

y

por la

falta de direccion en los momentos mas precisos.

El General Suarez, como decimos, reaccionó

y

supo apro–

vechar con éxito las graves faltas cometidas por sus adversa–

rios.

Reanima á sus infanterías; organiza los pocos caballos que le

habían quedado; r ecupera fácilmente el parque, el cual babia

sido tomado por el mismo General Aparicio y entregado para

su custodia al Coronel García, quien mandó desuncirá los bue–

yes en seguida

y

hacer campamento; y por último, el batallon

que se había querido entregar

y

al cua l nadie le hiciera caso, re-