- 220 -
vencidas; otro batallan retiróse del campo de batalla; se habia
quedado casi sin caballerias y sin el parque. En fin, todo in–
ducia
á
creer que tendria que declararse en derrota momento
mas ó menos tarde.
Pero aqui empezaron á cometerse los errores á que nos
hemos antes referido, los que, en nuestra opinion, dieron lugar
tanto ó mas que el mismo hecho de haberse librado el combate
en campos arados, á que p erdiesen los revolucionarios la batalla
del Sauce.
Es verdad que durante la situacion que dejamos descrita
que duraría probablemente un par de horas, siempre en la
misma indecision, se ll evaron bizarras cargas de caballería á
los cuadros de infanteria de Suarez, mientras los infantes pe–
leaban con denuedo, batiéndose s us jefes á la par de los solda–
dos, y la artilleria maniobraba de una manera brillante; pero
al mismo ti empo otra parte de las caballerías, inclusive el
mismo Aparicio, habia salido del campo de batalla persiguiendo
los dispersos, habiéndose demorado mas de lo necesario en esa
persecucion; pues hubo quienes llegaron hasta el circo de
Maroñas y otros que se entretuvieron en batirse con una divi–
sion de caballeria que se guar eció en unos alambrados.
E sta ausencia de parte de las fuerzas nacionalistas produjo
un gran debilitamiento, y no obstante los esfuerzos de los que
habian quedado en el campo de batalla, tenia al fin q ue animar
al enemigo, haciéndole reaccionar, y darle como le <lió el triun–
fo en aq uella sangrienta pelea.
En los combates, cualquier circunstancia por nímia é insig–
nifica nte que parezca, p uede producir la derrota ó el triunfo
de un ejército, y esto fué lo que pa ó en la batalla del Sauce:
despues de ser el triunfo de los revolucionarios, lo perdieron
por haberse ausentado del campo parte de las fuerzas
y
por la
falta de direccion en los momentos mas precisos.
El General Suarez, como decimos, reaccionó
y
supo apro–
vechar con éxito las graves faltas cometidas por sus adversa–
rios.
Reanima á sus infanterías; organiza los pocos caballos que le
habían quedado; r ecupera fácilmente el parque, el cual babia
sido tomado por el mismo General Aparicio y entregado para
su custodia al Coronel García, quien mandó desuncirá los bue–
yes en seguida
y
hacer campamento; y por último, el batallon
que se había querido entregar
y
al cua l nadie le hiciera caso, re-