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plegóse á los cuadros volviendo tambien el otro batallan que se

había ausentado antes del campo despues de haberse batido bre

ves instantes con

el

General Aparicio, que tuvo que abandonarlo

porque r ecibió noticias de que el ejército del gobierno había

reaccionado y que en esos momentos cargaban sus infantes á

la bayoneta, á los infantes r evolucionarios muy inferiores á

aquellos como se sabe, en número y en discipHna.

·

Vuelto al campo de batalla el General Aparicio y penetrado

de la gravedad de la situacion, trató de hacer los mayores es–

fuerzos para recuperar el terreno perdido, no creyendo jamás

que las cosas hubieran llegado á ese estremo.

Alentó, pues, á sus compañeros, emprendiendo nuevas car–

gas con las caballerias, donde se peleó hasta á pié adentro de

los cuadros; la infantería y la artilleria, llegando hasta el he–

roismo, se batieron des espe radam en te á la bayoneta, uno con–

tra tres; por todos lados se prodigaban el valor y los actos he–

róicos. Pero ya fué todo inútil; era tarde: se habia desperdicia–

do el momento oportuno y las ventajas obtenidas al principiar

la accion

y

todos los sacrificios, se estrellaban contra. el muro de

las bayonetas de los soldados gubernistas.

En vista de la inutilidad de estos esfuerzos, prolongar mas la

batalla no hubiera dado otro r esultado que mayor número de

víctimas. Y para hacer aún mas crítica la situacion, es al fin de–

rrotada por completo la infantería r evolucionaria, despues de ha–

ber quedado casi deshecha, y huyen las protecciones de caballe–

ría que habian estado sufri endo hasta ese momento ·el fuego,

produciéndose ademas cierta confusion en el r esto de las fuerzas

Inmediatamente el General Aparicio, y antes que se produ–

jera el desbande completo del ejército, trató de retirarse aban–

donándol e al enemigo el campo de batalla

y

así lo efectuó á

eso de las 3 d e la ta rde en el mayor órden posible, siendo ape–

nas per eguido como una legua, y eso mismo débirmente, pues

se concretó la persecucion á unas simples guerrillas que ve–

nían escopeteándose con la retaguardia; cesando esta en mo–

mentos que, con un dia hermosísimo, descargó de pronto un

aguacero inesperado. Qué desengaño mas horribl e! cuántas ilu–

siones perdidas ese dia! Puede decirse que fué la primer derro–

ta de la revolucion y esto de pues de haber tenido casi por

seguro el triunfo pocos dias antes cuando sitiaron á Montevi–

deo y durante el mismo combate.

uar ez se habia quedado completamente sin caballerías; sus