REVOLUCIÓN
DE
INGLATERRA.
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antigüedad previenen? ¿No habían sido en
todas
partes los oficiales encarg·ados de verificar la elección
agentes de la Corte á quienes ning ún género de es–
crúpulos contenía? Viendo, pues , que el mismo prin–
cipio de representación fuera atacado sistemática–
mente, no le era posible calificar á aquella multitud
de personas que veía á su alrededor con el honroso
nombre de Cámara de los Comunes .
Y
sin embargo,
nunca como entonces había requerido el estado de
los neg·ocios que el Parlamento tuviese alta repre–
sentación. Grandes pelig ros amenazaban la constitu ·
ción civil y eclesiástica del Reino. Hasta al vulg·o era
notorio, y era cosa que no exigía pruel1a, que la ley
del
Test,
antemural de la relig ión, y la ley del
Ha–
beas Corpus,
ant~mural
de la libertad, estaban amena–
zadas de muerte.
Antes de .procederá legislwr sobre c1tes–
tiones del momento, veamos
si
realmente constitu(mos 1ma
legislat1wa. Sea nuestro prime1· acto ave1·igua1· de q1té modo
se lean di?-igido las elecciones,
y
miidemos de q?te esta infor–
mación sea impw·cial, porque si la nación llegase á ver q1te
no ltay medio, po1· las vías JJacfjlcas, de oátene1· 1·eparación,
tal vez, antes de rnuolw, tengamos que s1tfrir el peso de esa
misma justicia que ahora nos negamos
á
hace1·.
Conclu··
yó proponiendo que antes de que se hiciera nin–
guna concesión, la Cámara tomase en consideración
las protestas que contra alg·unas elecciones se pre–
sentasen, y que á ningún diputado cuya elección
fuese conhovertible se le permitiese votar.
No se oyó el más leve rumor; ni un solo diputado se
aventuró
á
apoyar la proposición. Cierto que g-ran
parte de lo que había dicho Seymour ningún otro lo
hubiera podido decir impunemente. De tal modo cayó
la proposición en el vacío, que ni siquiera el
Diario
de
la Cámara la mencionó; pero había producido g ran
efecto . Barillon informó
á
su amo de que muchos que