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, Arnaru 11, que se estimaba como 4n precursor de la Revolución' Eman–

cipadora de América. Hoy mismo hay miles, quizá si tientos de miles

de hombres que en el Perij sueñan con la resurrección del ln,cario y en–

tre ellos, .eminentes personalidades que juzgan fracasada e inadaptable la

civilización occidental en un país con tres cuartos de población aborigen

o mestizaQ.a apenas, pero con espíritu ab'solutarnente indiano.

La

civ~lización ;

del Tahuantinsuyu ha gravitado y ·gravita aún en nues–

tro país en el sentido económico, político

Y'

social, porque perduran cier–

tas formas de vida colectiva, en algunas regiones que tienen su origen en

aquel mundo del Viejo Perú, y así, hace poco tiempo que la Corte Su–

prema de Justicia de la Nación debió abocarse a un pleito importante

y

grave p-t:ornovido contra l'a provincia de Jujuy, por aborígenes de Hu–

mahuaca, Casabindo

y

Cochinoca que revindicaban la propiedad colee-

, tiva de las tierras en que, desde tiempo inmemorial, vivían y habían

vi–

vido sus antecesores, invocando el régimen del

Ayllu

y de la Comunidad

de Aldea consagrado por los Incas y respet9-do, según ellos creian, por

la Legislación Española de Indias; y aunque la demanda no prosperó

porque ni el régimen colonial, ni menos el argentino, admitieron .nunca

la propiedad colectiva o comunista o cornunaria, lo cierto es que esas

gentes han vivido siempre bajo ese régimen

y

que los gobiernos trataron

de resolver la situación con espíritu de j'usticia, pero, · encarrilando las

poblaciones por la vía del derecho nacional provisto en la Co.nstitución

y

reglamentado en el Código Civil. Esa situación jujeña

y

quizá de otras

provincias, tiene de cuando en cuando, manifestaciones políticas y sociales

inquietantes, perturbadoras y así será siempre hasta que se encuentre el '

necesario equilibrio.

Escritores argentinos de alcurnia espiritual destacada, como Joaquín

V. González, Adán y Carlos -B. Quiroga, Luis Franco, Laffone QIJlevedo,

César Carrizo, Fausto Burgos, Ataliva Herrera, Arturo Capdevila, tr'ata–

ron temas de filiación tahuantisuyana

y

sus obras tienen amplio radio

de lectura y vivo interés .en el público argentino.

Pintores como Bermúdez, Grarnajo Gutiérrez, Guido, Franco, Anga–

nuzzi; escuJterres como Perlotti ;. arquitectos corno Guido, Noel, Greslebín

reavivan el terna incaico para sus cr.eaciones felices, en las Escuelas

Pro~

ftsionales y Decorativas se redescubre y utiliza el telar, las decoraciones,

la trama del viejo Imperio; la industria arg.entina en muebles, tejidos, al–

farería, etc. hace lo mismo. Y en fin, para no cansar a ustedes con esta

reseña de antecedentes, les diré que nuestros mejores músicos: Aguirre,

Williarns, López Buchq.rdo, Schiurna, Palma, Ugarte, Espoile, de Rogatis,

Górnez Carrillo, etc., han puesto el oído cariñoso a las voces que en la

tierra son repercusiones de las voces de aquella civilización cuzqueña

y

en

yaraví.es

, huaynos, huaynitos, cashuas, o en estilizaciones felices de

esos ternas, han dado al arte argentino páginas magníficas.

¿Cómo no ha de interesarnos, pues, el conocimiento del pueblo y de

la cultura que así dejó sus rastros

y

sus .ecos en nuestra. vida?

Eso me propongo, en estas charlas que hoy, bajo tan '. felices augu–

rios se inician. No me propongo adoctrinar, ni sorprender a ustedes con