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su quichua
ó
aymará, con un alfabeto :¡;>ropio en la
par te do sus letras escepcionales, y entónces, y solo
entónces, su· entendimiento, desembrollado del caos
que hoy lo envuelve, empezará á comprender las be–
llezas del mundo intelectual, se aficionará al es,tuclio
y -con ávidas ansias devor ará un libro escrito en su
idioma, perceptible· y claro como el me<il'io di a; y si
esos libros eleme-ntales llevan su v,ersion castellana
como deben llevar , y se le ofrecen otros gradualmen·–
te mas luminosos, entónces, esa estátua hoy inanima"
da, tan grotesca y apenas diseñada, se llenará de vi,-
da , se pulira, se embellecerá, y se presentará ante el
mundo civilizado que·hoy la despr ecia, hermosa co–
mo su América, y coronada de honor y gloria· como
lo es el hombre por la gnvcia de J·esucristo; nuestro
Señor.
Glon·a et lwno1·e co1·onasti eum D6mine- S.
8.
Si queremos subír al indio hasta los cielos no
sea e.n un globo
aerostáti.co,sinó por la escala de J a–
cob, por esa escala por la que subían· y descendían
1
ángeles .
Esa escala la indicó Dios., d!mdo á los heb1:eos
las leyes del decálogo, escritas, no en griego, ni en
latín, sin6 en hebréo, y esa escala la han ascendido
grada por grada todos los pueblos del mundo, civili-
. zándose primero en su propio idioma., y despues en
el ajeno. I nvertir este órden, importa cuando menos
errar él método, prolongar la enseñanza, y hacerla
mas penosa y dificil, cuando no inútil y estEn·il.
Y sinó ¿por qué los misioneros, esos apósto·
les que llevan la luz del Evangelio hasta las estre–
midades del mundo, aprend-en pnmero las lenguas