-41-
tezco de las principales lenguas, habladas antigua–
mente las unas, y actualmente las otras, desde
México, por lo menos, hasta las inmediaciones
del Plata.
Pero¿ hahráen alguno de
estos~iomas
palabras
que se asemejen á las del Japón? Respondo que
las hay,
y
muchas, pertenecientes al idioma qui–
chua y á otros que indudablemente le han prece–
d ido, según dejo insinuado ya. Harto en que
meditar me ha dado esta curiosa coincidencia, y
hoy.
que se me ha presentado la ocasion, he 'for–
tilado, para usted, una breve lista de voces japo–
nesas [ geográficas casi todas
J
y otra paralela de
palabras americanas (geográficas también las más),
á
fin de que resalte la semejanza, que no me pa–
rece meramente casual, por su frecuencia, en vo-
ces de diversa especie
y
terminación.
·
No expreso la equivalencm castellana de las que
en quichua la tienen; porque ignoro la que ten–
gan las similares del Japón
y
aún las que hayan
tenido aquellas otras, de lenguas americanas ya
extinguidas. Me limito únicamente á manifestar la
identidad de estructura y valor fonético de las
que comparo, sin asegurar que signifiquen cosas
más ó menos análogas. No doy, por supuesto; im–
portancia alguna á mi observación: puede ser que
me alucine la forma externa, la simple
facies
de
los vocablos, y que éstos, según el valor de sus raí–
ces, tengan sentido muy distinto. Expongo sola–
mente una conjeturaJ una presunción, respecto de
esta particularidad, digna de ser estudiada por per–
sona que, t eniendo mayores aptitudes que yo, dis–
ponga de los libros necesarios, para ilustrar en ·lo
posible la materia.
Yo no sé si algún escritor se haya fijado en
oste hecho,
Y-
hé aquí mi diminuto vocabulario