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1768. Testigo presencial d-e la revolución

del 16 de julio de 1809, a partir de esta fe·

cha comenzó a escribir un diario de los su-

cesos relacionados con las actividades de

los patriotas hasta 1816.

OTERO, ALFRED:O H.

(1892 -1932)

P oseía las dos cualidades que hacen de

algunos hombres seres muy bien equilibra–

dos: la inteligencia y el sentido exacto de

la realidad. Era político de lucha; pero ja–

más se dejó llevar por la locuacidad de que

se envanecen los políticos. Por esto, su paso

por la función pública se distinguió por un

actuar austero y efectivo.

Fué numerosas veces diputado y munÍ·

cipe; también, ministro de Educación. In–

tervino en la fundación de importantes ins–

tituciones culturales como los "Amigos de

la Ciudad", el "Círculo de Bellas Artes",

la "Fundación Universitaria Patiño" y

otras. Ha escrito tres libros:

Breves apuntes,

Setenta años atrás

y

La moral política.

PABóN, RAFAEL

(1903- 1934)

V

ida breve la suya; pero radiosa, fecun ·

da, destinada a consumirse en el ci-elo azul

de la Patria, y a vivir perenne allí, como

viven los hombres purificados en el sacri–

ficio por un alto ideal. Apenas asomaba a

los umbrales de su adolescencia. soñó ya

con volar. Sueños proféticos más que apre–

mios vocacionales, lleváronle a estudiar

aviación. Sueños ya cumplidos juntamente

con el destino del hombre, convertido hoy

en un símbolo. Como aviador, era lo que se

llama un verdadero técnico. Primero capa·

citóse mecánico y luego cobró alas en gran·

des establecimientos de Estados Unidos.

Cuando tornó a Bolivia ( 1926) , poseía una

personalidad perfectamente· equilibrada. In–

corporado en la escuela de aviación de

El Alto, soportó muchos sinsabores: algu–

nos hombres se sintieron celosos de ver un

muchacho, civil por añadidura, que parecía

saber ya más que ellos. Pabón. triunfó so–

bre los cielos de La Paz. Batió dos veces

el r-ecord sudamericano de altura: 10.500

m., sin acudir al oxígeno. Luego vino lo

del Chaco. La oscura profecía que le indu–

jera a la conquista del aire había de ex–

plicarse ahora. En el seno de aquella tor·

menta, Pabón cumplió serenamente su mi–

sión. Así, los ·demás aviadores bolivianos.

Su máquina hizo peregrinajes incansables

sobre los fortines adversarios y los nues–

tros. Su combate más emocionante fué con

el aviador militar Trifón Benítez Vila,

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