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provincia Pacajes el 20 de abril de 1869.

Debe considerársel-e como uno de los inte–

lectuales más inquietos y mejor preparados

de la juventud de fines del siglo pasado.

Fundó diversas instituciones de cultura, co–

mo la "Sociedad Bolívar", el "Centro de

Estudios", la "Sociedad Geográfica", etc.,

en las cuales se agruparon hombres que

más tarde serían los conductores de la in–

telectualidad boliviana. A los 21 años de

edad se pr·esentó a exámenes de oposición

para el cargo de profesor de Historia del

Colegio "Ayacucho", obteniendo el accesit

frente a un maestro antiguo. En 1899 fué

designado secretario de la Legación ·en el

Brasil. Producido el conflicto del Acre, tu–

vo que trasladarse a Manaos, donde .::on–

trajo una enfermedad que lo llevó a la

tumba. Ha publicado diversas obras, como

son:

Compendio de la Historia de Bolivia,

Un nuevo departamento, Efemérides boli–

vianas, Tiahuanacu,

y las biografías de

Tadeo Haenke, de Vicente Ascarrunz

y

Agustín Aspiazu. Pero de su obra monu–

mental,

Historia de Bolivia,

cuyo plan abar–

caba 10 tomos, no pudo dejarnos sino el

pnmero.

JUARISTI EGUINO, VICENTA

(1785 -1857)

La cumbre del señorío y el heroísmo fe–

meninos. Descendiente de una familia noble

y rica, este doble recurso púsolo al servicio

del más grande ideal colectivo de su época:

la ind·ependencia. Como primer paso, se di–

vorció (su esposo era realista) para entre–

garse en definitiva a la causa. Manumitió

a sus numerosos esclavos, induciéndolos a

luchar por la libertad. Hizo de su casa el

lugar de reunión de los conjurados, siendo

ella uno de éstos. Estableció a su costa una

fábrica d·e municiones, donde trabajaba ella

misma. Dió el

dine~o

necesario para diver–

sos gastos. La víspera de la revolución de

Julio, armó a sus criados para la acción

y uno de ellos, el negro Antonio Roscas,

tuvo un heroico comportamiento en la

. toma del cuartel de las milicias realistas.

aunque más tarde pagaría con su vida

su lealtad a la causa. En 1882, hizo en-

trega de sus dos hijos, niños aún, y de sus

últimos colonos al general Santa Cruz,

en Laja.

Fueron muchas las represalias tomadas

con ella. Fué encarcelada muchas veces,

desterrada otras; le fueron confiscados sus

bienes, etc. En 1816, la condenaron a muer–

te. La salvó el poseer título de "Miembro

de la Orden previlegiada de María Isabel

dd Señorío de Vizcaya". Cierto día, en un

paseo público, un oficial español la afrentó

cortándole sorpresiva y violentamente la ca–

bellera y arrojándosela a los pies. Ella la

levantó tranquilamente: "Di a los que te

han mandado -dijo al hombre-, que

cada pelo de éstos servirá para colgar un

tirano".

Pero llegó 1825. 18 de agosto. La Paz

recibía a los Libertadores. En Coscochaca,

junto a una portada triunfal, en medio de

un gentío delirante, doña Vic·enta entregó

a Bolívar las llaves de oro de la ciudad.

El mejor premio a sus infinitos sacrificios.

Murió en 1857, rindiéndosele honores mili–

tares.

LANDAETA, MARTíN

(-1790)

S

u nombre hallábase inscrito en la por–

tada de uno de los hospitales d·e La Paz.

Pues este virtuoso sacerdote fué también un

gran benefactor. Primeramente hizo cons–

truir el hermoso altar mayor del templo

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