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tria; hemos visto con indiferencia por más .

de tres siglos sometida nuestra primitiva

libertad al despotismo y tiranía de un usur–

pador injusto que degradándonos de la es–

pecie humana nos ha reputado por salvajes

y mirado como ·esclavos. Hemos guardado

un silencio bastante parecido a la estupidez

que se nos atribuye por el inculto español,

-sufriendo con tranquilidad que el mérito de

los americanos haya sido siempre un presa–

gio cierto de humillación y ruina. Ya es

tiempo, pues, de sacudir yugo tan funesto

a nuestra felicidad como favorable al or–

gullo nacional de español. Y es tiempo de

organizar un sistema nuevo de gobierno fun–

dado en los inter·eses de nuestra Patria al–

tamente deprimida por la bastarda política

·de Madrid. Ya es tiempo en fin de levan–

tar el estandarte de la libertad en estas des–

graciadas colonias adquiridas sin el menor

título y conservadas con la mayor injusti–

cia y tiranía. Valerosos habitantes de La

Paz y de todo el imperio del Perú, revelad

vuestros proyectos para la ejecución, apro–

vechaos de las circunstancias en que esta–

mos, no miréis con desdén la felicidad de

nuestro pueblo, ni perdáis jamás de vista

la unión que debe reinar en todos para ser

en adelante tan f·elices como desgraciados

hasta el presente. La Paz, Julio veintisiete

de mil ochocientos nueve".

Y ese espíritu emana hasta de las innu–

merables declaraciones recibidas con motivo

del proceso organizado por Goyeneche con–

tra los autores de la magna gesta:

"España está en estado de decadencia,

·expuesta a entregarse a la dominación fran–

cesa, por lo cual debe declararse la inde–

pendencia", dicen Ramón Arias y Pedro

·Cossío (el "Mazamorra"). Y frases iguales

en esencia, iguales en contenido y hasta en

la forma fueron pronunciadas por el galle–

go Figueroa, por Victorio García Lanza;

-es llegado el tiempo de sacudir el yugo de

la nación española y libertarse de tantos

robos como nos hace el rey de España". El

cura Medina, admirador de Robespierre,

Gregorio García Lanza, Buenaventura Bue-

no y todos los demás encausados abundan

en idénticas ideas.

La inmolación.

Goyeneche, que a fuer–

za de intrigas y astucia, había alcanzado la

pr~sidencia

del Cuzco, hacía grandes apres–

tos bélicos para lanzarse sobre los revolu–

cionarios del 16 de Julio.

La Junta resuelv·e declarar la guerra a

Puno el 13 de agosto, ordenando Murillo

la salida 'de las tropas con rumbo al Desa–

guadero. A consecuencia de la llegada del

emisario Miguel Carazas, la Junta es disuel–

ta, asumiendo Murillo la suma de los po–

deres.

El 5 de octubre, llegan los emisarios co–

ronel Pablo Astete y teniente coronel Ma–

riano Campero. Son portadores de la pérfi–

da proposición de Goyeneche, el felón: "que

sus ideas no eran de hostilidad y

que quie–

izes se hubiesen envuelto en el desorden se

restituyan a disfrutar de la dulce y pacífica

tranquilidad de sus hogares".

El 12 d·e octubre se intentó una reacción.

El alcalde Yanguas, se dice que de acuerdo

con Murillo, había reunido en su· casa nu–

meroso público con el fin de a poder.arse del

cuartel y tomar presos a los jefes de ]a re–

volución.

Sah~dor

de esto, Catacora proce–

dió al arresto de Murillo, y a la mañana

siguiente fueron detenidos Yanguas y otros,

entregánd<;>se su casa al saqueo.

Aprovechando de la salida del gallego

Gabriel Antonio Castro al campamento de

Chacaltaya, Juan Pedro Indaburu inició

francamente la reacción. Fueron tomados

presos los principales jefes d-e la Revolu–

ción. Al amaneeer del siguiente día, apare:

cieron en la Plaza cinco horcas. Fué fusi–

lado el patriota 'Pedro Rodríguez y colgado

su cadáver en una de las horca'3. En esta

emergencia, el gallego bajó apresurada–

mente de su campamento y, después de re–

cio combate, tomó la plaza, muriendo en

la refriega algo así como cincuenta hom–

bres, entre los que se

encontrab~

Indaburu,

el reaccionario, cuyo cuerpo, casi desnudo,

reemplazó inmediatamente al de Rodrí–

guez en la horca.

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