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JUUAN SANTISTEBAN
OCHOA
gen
y
de la sangre emigrada, es el qu.e ama la nuevi\ estructuración
y
la sien–
te como suya propia, la canta y la dignifica; no desdeña ninguna de las dos
progenies, es un nuevo cuerpo y un nuevo espíritu nacido en una nueva
tierra, mestiza como él y emergida con él;
y
el primer peruano que siente la
alborada de la nueva patria que se llama Perú es Garcilaso Chimpuo)llo, su_
primer cronista, por el rango, fundador de la incipirimte nacionalidad que
sq
tomará
vigor~sa
gracias a su gran pluma. Luego la ciasificación por razas
nos dará la clave
a:~
de la anterior clasüicación. Así tendremos:
Mestizos: Garcilaso, Cristóbal P.e Melina, el cusqueño; Blas Valera, Fran–
cisco.deAvHa, Diego de Córdoba, Avendaño, Esquive! y Navía, Mugaburo, el
~iio,
los dos Vela
y
otros~
Indios.-El
Inca Vilcabamba, Titu Cusi Yupanqui, Huaman Poma de Aya-·
la y Juan Sa!nta Cruz Pachacuti.
Blancos: Los peruanos hiios de españoles puros, como Fr. Antonio de la
Calancha: y Fr. Lu!s Gerónimo de Oré y todos los españoles e italianos.
d Por la
~ofesión.-La
clasificación por la ¡Drofesi"Ón es muy importante
y
es
nec~sario
tenerla en cuenta, parque el desdeñarla nos ha hecho incu–
rrir 'en muchos errores y omisiones; así los cronistas militares, casi todos de
la conquista, .escriben más que con la pluma con' la punta de sus espadas;
admitan más lo heroico
\Y
espectacular que la sucesión, el orden y la crono–
logía históricas. Esta dasificación es, pues, casi psicológica, Así, hay que
avenfurarse al espíritu ,guerrero, combativo y dominador para Juzgar a los
cronistas militares; no podemos encoptrar en ellos el espíritu sereno, pací–
fico
y
reposa'clo de otros· escritores de profesión; para leerlos es necesario vi–
vir la' vida que ellos vivieron y con todas sus vicisitudes. Por eso, al hablar
de
l~s
cronistas religiosos, sean, frailes de convento o clérigos particulares, es
necesario comprender que ante todo anima a ellos la idea doctrinante y evan–
gelizadora gistiana,
y
Cll:le si nos sirven para la investigación históric& en
general, en sí mismo esto es lo
~ecuridario.
De este modo puede
e~licar-
. se como el arzobispo de Lima, Villagómez, en consorcio de otros misioneros,
la .mayoría jesuítas, como Acosta y Arriaga y el cura cusqueño Avila, abren
campaña abierta para destruir la idolatríaJdel Perú, porque advierten que el
indio les· engaña cotidianamente: oye mi¡;a y reza a Jesucristo, pero al salir
qe la iglesta llama a sus "aukis'' protectores telúricos, invoca en sus conopas
para tener buena cosecha, o rin9.e pleitesía al apu
d~l
río, antes de vadearlo
para no ser arrastra...do por la
corri~mte.
Algo más, .no sólo existían estos sig–
nos, que aÚIÍ perduran pese
a
quien pesare, sino que existían en lugares se–
cretos ídolos a quienes se adoraba. Estos misioneros del siglo XVI y parte ·
.,del XVII, abren cruzada
y
.quieren extirpar
?e
viva fuerza ese sentimiento
t¡m hondO',en el indio,
"éxtirpar
la idolatría del Perú",
a~
decir del P. Arriaga,
1
y se lanzan en su
afán
iconoclasta, pero· con un buen intencionado espíritu
cristiano, que los hace perdonar sus errores, a destruir vestigios y monumen- -