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48

JUUAN SANTISTEBAN

OCHOA

gen

y

de la sangre emigrada, es el qu.e ama la nuevi\ estructuración

y

la sien–

te como suya propia, la canta y la dignifica; no desdeña ninguna de las dos

progenies, es un nuevo cuerpo y un nuevo espíritu nacido en una nueva

tierra, mestiza como él y emergida con él;

y

el primer peruano que siente la

alborada de la nueva patria que se llama Perú es Garcilaso Chimpuo)llo, su_

primer cronista, por el rango, fundador de la incipirimte nacionalidad que

sq

tomará

vigor~sa

gracias a su gran pluma. Luego la ciasificación por razas

nos dará la clave

a:~

de la anterior clasüicación. Así tendremos:

Mestizos: Garcilaso, Cristóbal P.e Melina, el cusqueño; Blas Valera, Fran–

cisco.de

AvHa, Diego de Córdoba, Avendaño, Esquive! y Navía, Mugaburo, el

~iio,

los dos Vela

y

otros~

Indios.-El

Inca Vilcabamba, Titu Cusi Yupanqui, Huaman Poma de Aya-·

la y Juan Sa!nta Cruz Pachacuti.

Blancos: Los peruanos hiios de españoles puros, como Fr. Antonio de la

Calancha: y Fr. Lu!s Gerónimo de Oré y todos los españoles e italianos.

d Por la

~ofesión.-La

clasificación por la ¡Drofesi"Ón es muy importante

y

es

nec~sario

tenerla en cuenta, parque el desdeñarla nos ha hecho incu–

rrir 'en muchos errores y omisiones; así los cronistas militares, casi todos de

la conquista, .escriben más que con la pluma con' la punta de sus espadas;

admitan más lo heroico

\Y

espectacular que la sucesión, el orden y la crono–

logía históricas. Esta dasificación es, pues, casi psicológica, Así, hay que

avenfurarse al espíritu ,guerrero, combativo y dominador para Juzgar a los

cronistas militares; no podemos encoptrar en ellos el espíritu sereno, pací–

fico

y

reposa'clo de otros· escritores de profesión; para leerlos es necesario vi–

vir la' vida que ellos vivieron y con todas sus vicisitudes. Por eso, al hablar

de

l~s

cronistas religiosos, sean, frailes de convento o clérigos particulares, es

necesario comprender que ante todo anima a ellos la idea doctrinante y evan–

gelizadora gistiana,

y

Cll:le si nos sirven para la investigación históric& en

general, en sí mismo esto es lo

~ecuridario.

De este modo puede

e~licar-

. se como el arzobispo de Lima, Villagómez, en consorcio de otros misioneros,

la .mayoría jesuítas, como Acosta y Arriaga y el cura cusqueño Avila, abren

campaña abierta para destruir la idolatríaJdel Perú, porque advierten que el

indio les· engaña cotidianamente: oye mi¡;a y reza a Jesucristo, pero al salir

qe la iglesta llama a sus "aukis'' protectores telúricos, invoca en sus conopas

para tener buena cosecha, o rin9.e pleitesía al apu

d~l

río, antes de vadearlo

para no ser arrastra...do por la

corri~mte.

Algo más, .no sólo existían estos sig–

nos, que aÚIÍ perduran pese

a

quien pesare, sino que existían en lugares se–

cretos ídolos a quienes se adoraba. Estos misioneros del siglo XVI y parte ·

.,del XVII, abren cruzada

y

.quieren extirpar

?e

viva fuerza ese sentimiento

t¡m hondO',en el indio,

"éxtirpar

la idolatría del Perú",

a~

decir del P. Arriaga,

1

y se lanzan en su

afán

iconoclasta, pero· con un buen intencionado espíritu

cristiano, que los hace perdonar sus errores, a destruir vestigios y monumen- -