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bajar aún; los Íma huaina, jóve–
ne~
llenos de virilidad, que eran
el alma del trabajo en cada ai–
llu; los coca palla,
mozos asi–
mismo de trabajo; los tanta ra–
kízic, (los que reciben pan), los
macta púric i saya huámrac, que
ya podían caminar; i en las. es–
paldas de sus madres,
los mo–
soc capanc,
niños de
pechos,
muchos de los cuales balbucían
ya, como unas chaiñas o jilgueros
en las ramas
florecidas de los
molles.
Los púñuc
ru~u
iban sola–
rnente
a solazarse con
la vista
del trabajo
que otros
tiempos
habían presidido.
El trabajo se realizaba den–
tro de la mayor fraternidad. Se
comenzaba de!:de el término in–
ferior de cada marka, i se con–
tinuaba, en orden,
hasta la últi–
ma parcela.
La alegría iba creciendo.
A medida que
la luz iba
en aumento, las gentes iban lle–
nando los
caminos,
hasta que
al término, el pueblo entero se
había vaciado en la comarca.
Kurakas de decena, de cen–
tena
i de millar,
di;ponían el
trabajo cuyo comienzo iba a so–
lemnizar Huáskar lnka, heredero
del cetro, con su fastuosa comi–
tiva de nobles,
akllas, ñustas
1
sus innúmeras mujeres.
Vestían
alegres ,trajes de
los más
vistosos
colores, que
realzaban la alegría de la fies•
ta; porque la cosecha, así como
l;r siembra, era una fiesta en el
r
•
tmpeno.
El júbilo :3-1 pueblo se des•
bordaba en
J
P
vivacidad de sus
conversaciones;
en sus
cantos
amorosos; en sus gritos de ale–
gría, i en el rotundo i fresco co–
lor de sus vestidos, que con su
diversidad daba Ja impresión de
un fantástico
florecer de la co–
ma.rca.
Cuando apareció Huáskar
en sus áureas andas, un murmu–
llo de adoración se extendió por
todo el campo.
Venía
ricamente
vestido,
con todos los atributos
i
la ma·
jestad
del mismo
Emperador,
del cual se distinguía solamente,
porque la maskaipacha que ce·
ñía su frente era amarilla, i las
dos hermosas plumas que ador·
naban su llautu no eran del ko–
rekenke.
Huáskar gobernaba en Kos·
ko asistido por un Consejo de
ancianos
i valientes Capitanes,
por ausencia
de Sapan
lnka;
quien le habla dejado a propó·
sito para que fuera aprendiendo
las artes del gobierno, mientras
le veía i asesoraba desde lejos.
Vivía con toda :la prestan·
cta i el boato del futuro dueño
de T ahuantinsuyu.
Por eso cuando
sus andas
s:e fueron acercando a la multi·
tud, se cerraron las cortinas dei
riquísimo
dosel,
para
que
el
pueblo no
viera el
rostro del
divinp Hijo del Sol, i así no a·
menguara en nada su adoración,
basada en
el
misticismo
i
la Ie·
yenda, que da extraño colorido
a lo desconocido i fabuloso.
Para comenzar
la cosecha,
todos dirijieron
los
brazos al
Sol, adorándole
suplicándole
fuese benévolo
con
su pueblo,