Genealogías
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sino en la homología presentada por la psicología étnica de
dichos pueblos en el instante del nacimiento de la conciencia
histórica. Existen, pues, naciones que colocan la frontera
de su época divina o heroica a distancia desmesurada, expre-
prospectos bíblicos, las cifras que debemos comparar con los reinados
son las de la columna A.
Los promedios de PoMA y SARMIENTO, 136 y 85 años respectivamente,
bien pueden compararse con los computados en la Biblia.
Unicam~nte
se apartan las relaciones numéricas de los reinados con el total de la vida:
en PoMA tenemos 136 respecto a 150-200 años; en SARMIENTO 85 respecto
a 115; en GUTIÉRREZ DE SANTA CLARA 60 respecto a 96 y en la BIBLIA
165 respecto a la enorme cifra de 857 años, lo que quiere decir que los
personajes de Poma quedaron 40 años de su existencia sin reinar (pro–
medio), los de Sarmiento 30 años; los de Gutiérrez 36 años
y
los bíblicos
682 años. No es tarea nuestra explicar aquí los extraordinarios datos he–
braicos, tanto más que las mismas fuentes cambian considerablemente
su conducta en la II Edad patriarcal, del Diluvio a Abraham. En esta
segunda decena de Padres el promedio de vida, aunque todavía altísimo,
es disminuído de más de la mitad (332 años) mientras el promedio del
patriarcado (43 años) desciende a proporciones casi comparables con la
experiencia humana. Nos conformamos con señalar que también los de
Poma muestran a las claras su naturaleza de datos artificialmente combi–
nados. Obsérvese el prospecto de las
Qoya-kuna
(Extracto No 26), y se
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tendrá la certeza que la duración media de la vida de los reyes Inka no
va de acuerdo con la de sus mujeres reales, indicada por el mismo Autor.
Me he tomado la pena de sumar las edades de las 10 mujeres reales de
quienes Poma brinda datos, y sacar el promedio, que es 99 años y meses:
longitud vital -digna de respeto, pero de ningún modo comparable con
los 136 años del reinado de sus maridos y señores. ¿Deduciremos que
Poma y sus contemporáneos estaban convencidos que la vida de los hom–
bres es mucho más larga que la femenina, al opuesto de lo que sabemos
en nuestros días? ¿O que las mujeres no tomaban los purgantes
y
otras
drogas enérgicas, y no practicaban las abstinencias del recetario de lon–
gevidad de la página 119? Nada de ello; sólo veremos la prueba de que
¡a elaboración cronológica sufrida por los datos masculinos no fué per–
petrada por el Autor en los femeninos, y no había interés directo para
- hacerlo, fuera de la coherencia crítica. Es ésta, precisamente, la que des–
pués de tantos años nos permite ilustrar un nuevo aspecto de las mani.
pulaciones de Poma.