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J.
I mbelloni: Pachakuti IX
Ha habido también, como es natural, ensayos de rebeldía,
que de trecho en trecho han interrumpido el quietismo de
la historiografía peruana, para acometer uno que otro anillo
de la Capaccuna (
4 )
tradicionalmente aceptada. Haremos
( 4 )
Este vocablo es indio (de lengua quéchwa), pero aquí lo emplea–
mos con la grafía y el sentido convencional que ya se encuentra esta–
bilizado en la literatura peruana, por obra de PABLO PATRÓN, JosÉ DE
' LA RIVA AGÜERO, GUINALDO M. VÁSQUEZ, etc. En origen no era más que
la forma pluralizada del adjetivo
Qhápaq
(mediante el morfema subfijado
kuna,
propio del plural) y significaba 'los Resplandecientes y Sublimes',
epíteto que se daba corrientemente a los soberanos del Cuzco, de ma–
nera que, substantivado, valía como decir 'los soberanos', análogamente
a lo que en nuestras lenguas expresamos con la frase 'las Majestades'.
En tal sentido fué empleado por BETANZOS en el frontispicio de su obra
Suma
y
narración de los Incas, que los indios llamaron capaccuna, etc.,
donde
este último vocablo no se refiere a 'suma' sino a 'incas'. La anfibología
de este título determinó -sin embargo- el empleo de la palabra
Capac–
cuna
con el valor de 'lista' y 'sucesión' o 'suma' de los reyes del Cuzco,
y no vemos inconveniente alguno en utilizarla - a pesar del error gra–
matical que importaría, si no fuéramos conscientes de cometerlo - en
la forma 'la Capaccuna' expresión breve y ya consolidada por el uso.
Es igualmente necesario advertir al lector que empleamos la forma
Inkanato
para indicar el período de la monarquía independiente del Cuzco,
en el sentido de 'época', y la otra
Inkario
en el de conjunto historiográfico
de la sucesión de sus reinados. Más amplio, pues, resulta el significado
de
I nkario
que el de
Capaccuna,
siendo el último equivalente a la pura
lista, con abstracción de los historiales.
En cuanto a los vocablos nativos, incluídos los nombres de personas,
se han adoptado en e3ta obra las formas actuales, es decir, las que son
propias del distrito cuzqueño, en nuestros días, y se las ha representado
con los medios gráficos cuyo uso se está generalizando después de la con–
vención de 1939 (véase
Actas del XXVII Congreso Internacional de Ame–
ricanistas,
en Lima; vol. II, pp. 33-36).
Me he avenido a ello después de una serie de consultas y amables
discusiones que he mantenido durante estos últimos meses con mi apre–
ciado amigo el profesor
J.
M. B. FARFÁN, que enseña la lengua qhéchwa
en la Universidad Mayor de San Marcos, en Lima, cuyo efecto ha sido
el de convencerme de que conviene, al menos por el momento, atenerse
a las formas y dicciones de un centro lingüístico determinado, elegido