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28

J.

I mbelloni: Pachakuti IX

Ha habido también, como es natural, ensayos de rebeldía,

que de trecho en trecho han interrumpido el quietismo de

la historiografía peruana, para acometer uno que otro anillo

de la Capaccuna (

4 )

tradicionalmente aceptada. Haremos

( 4 )

Este vocablo es indio (de lengua quéchwa), pero aquí lo emplea–

mos con la grafía y el sentido convencional que ya se encuentra esta–

bilizado en la literatura peruana, por obra de PABLO PATRÓN, JosÉ DE

' LA RIVA AGÜERO, GUINALDO M. VÁSQUEZ, etc. En origen no era más que

la forma pluralizada del adjetivo

Qhápaq

(mediante el morfema subfijado

kuna,

propio del plural) y significaba 'los Resplandecientes y Sublimes',

epíteto que se daba corrientemente a los soberanos del Cuzco, de ma–

nera que, substantivado, valía como decir 'los soberanos', análogamente

a lo que en nuestras lenguas expresamos con la frase 'las Majestades'.

En tal sentido fué empleado por BETANZOS en el frontispicio de su obra

Suma

y

narración de los Incas, que los indios llamaron capaccuna, etc.,

donde

este último vocablo no se refiere a 'suma' sino a 'incas'. La anfibología

de este título determinó -sin embargo- el empleo de la palabra

Capac–

cuna

con el valor de 'lista' y 'sucesión' o 'suma' de los reyes del Cuzco,

y no vemos inconveniente alguno en utilizarla - a pesar del error gra–

matical que importaría, si no fuéramos conscientes de cometerlo - en

la forma 'la Capaccuna' expresión breve y ya consolidada por el uso.

Es igualmente necesario advertir al lector que empleamos la forma

Inkanato

para indicar el período de la monarquía independiente del Cuzco,

en el sentido de 'época', y la otra

Inkario

en el de conjunto historiográfico

de la sucesión de sus reinados. Más amplio, pues, resulta el significado

de

I nkario

que el de

Capaccuna,

siendo el último equivalente a la pura

lista, con abstracción de los historiales.

En cuanto a los vocablos nativos, incluídos los nombres de personas,

se han adoptado en e3ta obra las formas actuales, es decir, las que son

propias del distrito cuzqueño, en nuestros días, y se las ha representado

con los medios gráficos cuyo uso se está generalizando después de la con–

vención de 1939 (véase

Actas del XXVII Congreso Internacional de Ame–

ricanistas,

en Lima; vol. II, pp. 33-36).

Me he avenido a ello después de una serie de consultas y amables

discusiones que he mantenido durante estos últimos meses con mi apre–

ciado amigo el profesor

J.

M. B. FARFÁN, que enseña la lengua qhéchwa

en la Universidad Mayor de San Marcos, en Lima, cuyo efecto ha sido

el de convencerme de que conviene, al menos por el momento, atenerse

a las formas y dicciones de un centro lingüístico determinado, elegido