Críticos del I nkario
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a una suerte de compromiso entre las contradictorias ver–
siones de los Cronistas, la tradición oral de la Colonia reco ...
gida en las informaciones de F. de Toledo y la dudosa docu–
mentación iconográfica de la dinastía del Cuzco. Por otra
parte, este compromiso oficioso no ha llegado aún a conso–
lidarse en una fórmula única y definitiva, ya que en la histo–
riografía moderna, así como en los libros destinados a los
colegios, las listas muestran importantes discrepancias en
los nombres, sucesión e historial de los reyes, según los Autores
se respalden en Cieza, o en Garcilaso, Morúa, etc. Unicamente
podría hablarse de un cierto acuerdo en lo que se refiere al
número, pues, rechazando por un lado los cánones hiperbó–
licos que cuentan más de 100 monarcas y por el otro los su·
mamente contraídos que sólo enumeran 5, se mantienen fieles
al total de 11
ó
12 soberanos anteriores a Wáskar, sin que
de tal enumeración produzcan razones 'necesarias' ni 'sufi–
cientes'. Si bien se mira, tal convención está asentada en una
especie de tácito sufragio, definido por la 'mayoría' de las
Crónicas (que resulta muy discutible en lo de la efectiva ma-
yoría, pues los Cronistas se copiaron unos a otros de continuo
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y renunciamos a objetar la elección de la estadística de
fuentes como criterio eurístico absoluto). No fué extraño
tampoco el concepto de 'medida' y 'equilibrio' al respecto
de ese total, que de manera vaga fué reputado aceptable,
sin· sospechar siquiera las hondas razones que confieren al
número de 10 reyes una posición tradicional solidísima (en
conformidad con la ley descubierta por Ewald, hace un siglo,
al definir el hábito numérico de las genealogías de la proto–
historia del Mundo Antiguo) y menos aun las circunstancias
peculiares surgidas de la naturaleza del
khipu,
cuyo efecto
fué que los genealogistas y cantores de gestas del Perú trans–
formaran el número original 10 en 11 (según acabo de demos–
trarlo en el trabajo sobre las
Memorias
de Montesinos).