El I ncario crítico
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setenarios y decimales, según la ley de Ewald, ya en el sentido
de su alternación y disposición simétrica.
El modo como todos esos efectos se hayan producido en
las remotas tradiciones de los pueblos, no es de difícil deter-
.
.
,
minaCIOn.
Descontadas las naturales disposiciones de espíritu de los
pueblos que inician sus preliminares representaciones del pa–
sado, y las formas expresivas peculiares de ese momento del
desarrollo, que consisten en el símbolo y la personificación
(que luego darán lugar a la interpretación
material
del pri–
mero y a la
carnal
de la segunda), debemos tener en cuenta,
otrosí, las características de la etapa espiritual sucesiva, domi–
nada por la reflexión, cuyo principal efecto es la distorsión
del relato primigenio, por medio de adulteraciones realistas.
Se producen, así, los primeros desdoblamientos de la tradición,
porque de cada suceso el pueblo conoce ahora dos o más ver·
siones: la originaria y las enmendadas. Este proceso varia–
tivo, lejos de detenerse, se mantiene en actividad durante
.
.
toda la época de la transmisión oral, mostrando, en cambio,
la tendencia hacia una complicación progresiva, debida a
la creciente superposición de narraciones racionalistas. Los
medios de transmisión, por su parte, completamente mne–
mónicos, como ser cantares de gestas y listas genealógicas
que oportunos colegios de sacerdotes o de analistas o simples
grupos de cantores y rapsodas recitaban cadenciosamente
en las ceremonias del estado, dieron por su imperfección el
motivo para remociones, interpolaciones y variaciones en
gran número, A menudo el predominio de retoques inten–
cionales y políticos terminó por engendrar verdaderas com–
pilaciones oficiales, tales como la revisión pisistrática del
poema homérico, y, en nuestro terreno, la versión oficia–
lizada de la historia del Cuzco que resultó de la
(haaxEuaa(a
del Inka Yupanki o de Túpaq Inka. Y cuando, por fin,
todo este material llegó a manos de los primeros analis-