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Biblioteca Humanior

que la qpinión más difusa entre los nativos, era .que los

antecesores del primer Inka tuviesen una condición de

~ida

rrtisérrima y abyecta. Sólo quien ha creado en su

propio espíritu la facultad de resonar menos imper–

fectamente a las vibraciones del sentir indio, sabe con

certeza infalible que querían pintar las condiciones del

·

jinal .de la IV Edad, y no un estado histórico positivo,

tal como actualmente lo entendemos. Dos caminos, no

sólo divergentes e insusceptibles de compensaciones recí–

procas, sino destinados a excavar entre los reconstruc–

tores del Perú a!ttiguo un abismo sin -fondo.

·

La segunda exigencia de que hablábamos corresponde

al tratamiento de los puntos homólogos en una serie

copiosa -de fuentes y autoridades. Es natural que, cuando

de un mismo hecho existen muchas narraciones, las

cuales se excluyen y contradicen mutuamente,

o

simple–

mente introducen variantes (que a su vez son auténticas

contradicciones y exclusión de pormenores y circuns–

tancias) surge la imperiosa necesidad de compararlas,

sopesarlas y eliminarlas

o

integrarlas mediante la me–

tódica de la .crítica combinatoria. De todo punto de vista,

no podíamos permanecer satisfechos con la compro–

bación acrítica, por eiemplo, que Sarmiento dice

A,

Garcilaso

B,

Cieza y Betanzos

C,

y así continuando.

Leemos a menudo en el Cronista I que el personaie

Y

·sostenía guerras en el instante

x

o edificaba templos;

ergo,

que ·estaba vivo y gozaba de perfecta salud, mien–

·tras para el Cronista I I ese mismo personaie había

muerto desde años, y esas hazañas pertenecen al hiio,