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Iconografía Incaica

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los últimos medallones, al lado de motivos peruanos del 'estilo llamativo'

como ser las mitras y los pectorales con la imagen del Sol, conviven ele–

mentos europeos inconfundibles (véanse las mallas metálicas de la cota

de armas, y el encorvado espaldar del trono de Wáyna, que de ningún

modo puede asimilarse a la

tiana,

simple y baja silla en que se sentaban

los monarcas peruanos); VII, que una muestra, en cierto grado autén–

tica, de antiguas representaciones cuzqueñas independientes de las cono–

cidas, la tenemos en la interesante galería de Fray Alonso de la Cueva

Ponce de León, reeditada luego con algunas variantes por el Inka Doctor

Don Justo Sahuaraura en la mitad del Ochocientos, notable con referencia

al

qhápaq-unku,

al empleo del

tokapu

y al característico tocado de cuatro

FIG. 69 - Figura d e un

Sapan-In ka

(Sovereign Inca)

que el ilustrador

del libro de Mortimer ha combinado

con la letra inicial d el Cap. II.

jirones; VIII, que la naturaleza de las

'pinturas' ejecutadas por artistas indí–

genas en ese agudo florecer de represen–

taciones retrógradas que coincidió con el

viaje del Virrey Toledo a las sierras y

el inquieto ir y venir de sus oficiales en

busca de 'informaciones', no fué en reali–

dad la que pertenece al arte del pincel,

sino la de los paños historiados por me–

dio de la técnica del bordado o del go–

belino, y, en base a ello, no es propio

hablar de 'pinturas', sino de 'paños' y

'tapices'; IX, que si es admisible que to–

das esas representaciones se conforma–

sen a un esquema único, es menester

referirlas a la lista sucesoria oficializada

durante la época del antipenúltimo Inka,

promotor de una composición 'pisistrá–

tica' de los

harawi

del tiempo antiguo,

por cuya virtud todas las tradiciones

asumieron una rigidez acendrada, y a

ésta. se refiere el pasaje de Sarmiento

de Gamboa, con el símil de las escenas

murales; X, que a pesar de ese canon historiográfico de suma rigidez,

se mantuvo en las creaciones de los bordadores y fabricantes de tapice–

rías una apreciable libertad, en lo que concierne al dibujo propiamente

dicho, y ésta permitió a unos figurar a cualquier soberano con aspecto

de niño o de estatura alta y cuerpo vigoroso,

y

a otros con el cuerpo

de un anciano, o de talla mezquina,

y

complexión endeble, de manera

que no podemos contar con coincidencias fisonómicas en ninguno de los