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J.

Imbelloni: Pachakuti IX

pampa, contemporáneo del Virrey don Francisco de Toledo.

N

o sólo

interesa observar la diferencia entre el atavío de un soberano de 1565 y

otro de 1532 que por primera vez se mostraba a los Españoles, sino tam–

bién entre el de 1565 y su directo antecesor, llanamente sometido a los

lugartenientes de la corona de .España.

He aquí el texto de Don DIEGO RODRÍGUEZ DE FIGUEROA, quien,

tras peligroso viaje por la sierra, fué admitido a la presencia de Titu Kusi

Yupanki:

"con vnas coracinas de plumas de muchos colores

y

con una patena

de plata delante de los pechos

y

vna rodela de oro en sus manos

y

vna media

lanr;a con el hierro

y

vnas cintas que bolteaban la lanr;a, e vnos garavatos, e

· todo de oro. Traía vnos cinojiles de pluma en las pantorrillas,

y

en los to–

villos, colgado dellos unos cascabeles de palo. Traía en la caber;a una dia–

dema de muchas plumas,

y

asi mismo en el pescuer;o otra. Traía un puñal

dorado en la mano de la rodela de Castilla,

y

venia enmascarado en un mandul

colorado, que ellos se ponen, e a cabos verde e a cabos morado, de diferentes

colores ..." Relación del camino

y

viaje .... a la tierra de guerra de Mango

Inga",

edic. de Gottingen 1910, pág. 99).

Del hermano de Titu Kusi Yupanki, el Inka Sayre Túpaq, posee el

Cuzco un retrato al óleo de artista anónimo, que lo representa en su arti–

ficioso traje de personaje híbrido, indo-español. Las notables diferencias

entre el atavío de Sayre Túpaq y la descripción que de su hermano nos

ha dejado Rodríguez Figueroa, nos muestran con qué ahinco el Inka re–

belde quiso restablecer la vigencia de las insignias tradicionales, a pesar

de que, observándolo más sutilmente, esta restauración no pudo librarse

por un lado de recaídas y primitivismos (charreteras de plumas, casca–

beles de semillas, máscaras y 'mandiles') y por el otro rle grandilocuencias

modernísimas, coloniales (puñal dorado, a la moda de los Españoles,

escudo de corte 'sanítico' etc.).

Más de treinta años antes de esa fecha, dos capitanes cristianos se

habían enfrentado por primera vez a la persona de .Atauwallpa, en el cam–

pamento de Caxamarca, y nos han dejado su semblanza:

"tenia en la frente

una borla de lana que parecía seda, de color de carmesí, de dos manos, asida

de la cabezx con sus cordones, que le ba-jaba hasta los ojos; la cual le hacía

murJho mas grave de lo que él es ..."

FRANCISCO DE XEREZ,

Verdadera Re–

lación etc.,

pág. 51 de la edición limeña de 1917). Otro testigo, MIGUEL DE

ESTETE, lo describe así:

"con una corona en la cabeza

y

una borla que salia

de ella·

y

le cubría toda la frente, la cual era la insignia real, sentado en una

si lletica..." Noticia del Perú, etc.,

pág. 26,

ídem

1924.

Y cuando, el día siguiente, que debía permanecer inolvidable en los

anales del mundo, el mismo Atauwallpa apareció en la tristemente célebrA

plaza de Caxamarca, expuesto a la audacia injuriosa de Vicente Valverde,