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conografía incaica

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riografía peruana:

" Luego hizo ayuntamiento general de los mas antiguos

y sabios del Cusco y de otras partes

y

con mucha diligencia escudriñó y ave–

riguó las historias de la antiguedad desta tierra, principalmente de los ingas,

sus mayores, y mandólo pintar, y mandó, que se conservasen por la orden

que dije ..."

(Sarmiento,

§

30).

IV. Finalmente, de un pasaje de

GARCILASO

se ha extraído la prueba

de que los peruanos del tiempo de Wiraqocha usaban la pintura, no

ya

con el fin de representar con fidelidad las escenas

y

personajes históricos,

sino por medio de figuraciones simbólicas:

"en una Peña altísima [Wira–

qocha] mandó pintar dos Aves, que los Indios llaman C:untur ... la una con

las alas cerradas, la cabeza baja... la otra mandó pintar en contrario, .el rosir<?

buelto a la ciudad, y feroz".

Estos dos cóndores representaban, respecti–

vamente, al mis1no Wiraqocha, defensor del Cuzco,

y

al cobarde Yáwar

LA GALERIA DE RETRATOS DE SAHUARAURA está. suficientemente ilustrada

en el texto de esta monografía (Apéndice C), y sólo nos queda por agregar unas pocas no–

tas generales . Diremos ante todo el nombre completo del Autor, doctor DoN JusTo APu

8AHUARAURA lNKA, TITU ATAUCHI, que fué hacia la mitad del '800 canónigo de la cate–

dral del Cuzco y una personalidad muy apreciada tanto en los círculos eclesiásticos , como

en los civiles y políticos. La publicación de sus

Recuerdos de la Monarquía Peruana,

París

1850, no respondió solamente al afán de renovar el lustre de la antigua casa de sus padres,

sino también al anhelo de restablecer la justicia histórica en las narraciones de la Con–

quista, renovando el clamor de su raza nativa.

Ansioso de una dignidad artística que no podía encontrar en las imprentas locales

de su tiempo, confía la realización de los retratos a los afamados litógrafos parisienses;

su galería puede considerarse, en realidad, la mejor lograda que conocemos en el sentido

de la impresión y el dibujo.

Sa.huaraura se ha 'documentado', en lo que concierne a los primeros

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personaj es ,

en la 'tabla' del fraile oratoriano, de cuyo vestuario, armamento e insignias toma inspi–

ración, aunque no pueda hablarse de una imitación servil. Es evidente su a fán de origi–

nalidad y sinceridad, y resalta principalmente en la búsqueda de una personalidad singular

para cada monarca (en concreto, mientras todos los reyes de la 'tabla' son una suerte de

maniquís intercambiables, en la galería que comentamos muestran poseer un carácter,

peculiar de cada uno, una edad precisa y una fisonomía bien distinta).

El escudo de estos retratos es más fiel a los antecedentes arqueológicos (ver Manku,

Sinchi, Túpaq Yupanki, etc.) y el

pillaqa-llauttu,

que Sahuaraura atenúa considerable–

mente en anchura y l evanta en altura, se ve en cierta medida acercado al aspecto de al–

gunas tocas de la cerámica peruana, del todo extraños al modelo de la 'tabla'. En lo que

' concierne a los

últi:rp.os

4 reyes, Sahuaraura adopta un tocado comp.1esto por una

wincha,

torreón almenado con bar¡.derolas y la

maska-paycha;

que por medio de otros documentos

sabemos fué adoptado por, los Españoles al reglamentar la .indumentaria de los soberanos

sometiO.os

. Igualmente modifica el arma de·mano de los antiguos monarcas, en la moharra

y en el asta; en cuanto al escudo, que en éstos es siempre

sanítico,

Sahuaraura no ha lo–

grado evitar que figurara, en dos o tres casos, en el p eríodo independiente.

Si analizamos, ahora, la conducta de Sahuaraura en lo de las fisonomías, se nos pre–

sentan dos comportamientos opuestos.

Es indudable que utilizó todos los recuerdos tradicionales que podían brindarle datos

sobre los soberanos de la decadencia: Wáskar es en esta galería el jovencito sonriente e

incauto que indican los testigos; el rostro de Sáyre Túpaq está reproducido con exactitu<;l

-:lel óleo del Cuzco (compárese la Fig. 67 con la 36), y sobre la pauta de sus rasgos se han

reconstruído las fi sonomías d el hermano, Túpaq Amaru y del padre, Manku II; todas, ade–

más, animadas de un soplo de vida y un halo de simpatía que es la característica de los

personajes de Sahuaraura.

Al opuesto, en todo lo que atañe a los monarcas que anteceden al período español,

el Autor demuestra la más desprevenida desatención por los antecedentes fisonómicos

de la fuente que tie;1e por delante. El adusto Lluki de la 'tabla' se vuelve un adolescente

de rasgos sonrientes, el cayente Mayta en un decidido varón; Qhápaq Yupanki, Yáwaf

Wáqaq, Wiraqocha, Túpaq Yupa11ki y Wáyna han adquirido, como si fueran otros tantos