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J.

lmbelloni: Pachakuti IX

en lugar de Cetro Real. V enian pintados de los pechos arriba, y no más'' .

Con el tafetán remitido a Garcilaso, son dos las series iconográficas

conocidas, que del Perú llegaran a España, y es muy verisímil que no

fuesen las únicas, si apreciamos la variedad que caracteriza a las reproduc–

ciones españolas difundidas durante el virreinato.

En todo caso, conviene averiguar si estas documentaciones enviadas

a España desde el Cuzco, tanto las que mencionamos,

~omo

las que no

han dejado recuerdo escrito, tuvieron en tierra peruana antecedentes que

autoricen nuestro crédito en lo de la procedencia y la fidelidad, atendiendo

. principalmente al hecho, con agudeza observado por Bandelier, que las

escenas, vestiduras y personaje de los 'paños' de Toledo

"were painted

nearly forty years after the Conquest."

(pág. 157).

En esta encuesta es innegable que todos los Autores que han tratado

nuestra materia desde el comienzo (desde 1882) hasta hoy, se han preocu–

pado principalmente de dar una respuesta afirmativa, es decir, que hubo en

la civilización del Cuzco no sólo un florecimiento del arte de la pintura,

muy difundido y fecundo, sino la costumbre de registrar mediante paneles

murales los acontecimientos y las figuras notables de la historia. Se ha

reunido, para asentar dichas

afirmaciones~

un cuerpo de pruebas, infortu–

nadamente todas de naturaleza literaria y ninguna arqueológica, que de

todos modos es necesario conocer:

l.

CRISTÓBAL MoLINA, que fué cura párroco en el Cuzco, dice e

las

primeras páginas·de su valiosísima

Relaci ón de las fábulas y ritos, etc.,

que

en una Casa del Sol, en un lugar vecino al Cuzco, de nombre Poquen

Cancha (que en Cobo se ve transcripto correctamente en la forma PL–

quicancha (vol.

IV,

pág. 44), existían unas tablas en que estaba pintada

' 'por sus figuras la vida de cada uno de los yngas y de las tierras que con–

quisto, y que origen tuvieron",

y pasa de inmediato a narrar las aventuras

de Manku Qhápaq, tal como se encontraban 'pintadas'

en las dichas tablas

(Molina, pág. 4 de la edición limeña, 1916).

II.

Confirmaríase, pero sólo de manera indirecta, esta noticia del

sochantre C. Molina en dos pasajes del PADRE B. CoBo, en que el Autor

dice haber visto con sus ojos en el Cuzco una historia

"di bujada en una

tapicería de cumbe, no menos curiosa y bien pintada que si f uera de muy

finos paños de corte,

y expresa la opinión

(" tengo para mi")

que se debió

sacar de la tabla que tenían en el templo del Sol según lo referido por

Molina (Cobo, vol.

III,

pág. 117

y

IV,

44).

III.

La tercera comprobación aducida para demostrar que existían

en el Cuzco antiguo paneles murales de contenido histórico, realizados

por 'pintores' nativos, procede de la crónica de SARMIENTO DE GAMBOA,

en el pasaje dedicado a Pachakúteq como magno compilador de la histo-