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Las momias reales

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mente en 1560, a pesar de que tanto Acosta como Garcilaso no se creyesen

autorizados a superar el lapso de doscientos años cuando fijaron la duración

de las momias reales (sin tener ahora en cuenta la tradición que el primero

en establecer la adoración de los reyes fué el Inka Ruqqa, iniciador de la

serie de

Hanan-Qozqo

y el primero que mandó se le hiciese la 'estatua'

(MORÚA, libro I, cap. VIII); y 4°, que se lograre anular por medio de com–

pensaciones milagrosas las contradicciones referentes a los diversos lu–

gares en que una misma momia se

enc~entra

localizada en las referencias

que poseemos (por ejemplo, los restos de Túpaq Inga en el pueblo de Ca–

lispuquio, en donde habrían sido encontrados por Ondegardo, mientras por

otro conducto sabemos que el hijo Wáyna enterró su cadáver en una

verdadera tumba, situada en la altura frente al pueblo de Muyna (OLIVA,

cap. II, párrafo 12); aun si admitiéramos - decíamos - todas esas pro–

posiciones que representan un

máximum

de concesiones dialécticas, que–

darían siempre gran número de puntos obscuros, suficientes para hacernos

abandonar todo optimismo interpretativo.

Se sabe, por ejemplo, que el autor del hallazgo, el licenciado PoLo DE

ÜNDEGARDO, declaró a los informantes de FRANCISCO DE TOLEDO

(Colección

de libros españoles raros y curiosos,

Madrid 1882, Tomo XVI, págs. 255

y 256) haber descubierto los restos de Túpaq Inka Yupanki reducidos a

ceniza

"conservados en una tinajuela envuelta en ropa rica

y

con sus insig–

nias"

explicando que había sido quemado por Juan Pizarro

"por cierto

tesoro que decían estaba con él".

Pero he aquí que GARCILASO asegura haber

visto intacto y entero el cuerpo de Túpaq Inka Yupanki en el 'Aposento'

del licenciado Polo, en el Cuzco

(Comentarios,

V, 29). Para colmo de in–

certidumbre, el PADRE AcosTA relata que no se trata del cuerpo de Túpaq

Inka, sino del de Wiraqocha, y que no lo mandó quemar Juan, sino Gon–

zalo Pizarro,

"por la fama del gran tesoro que estaba enterrado con él ...

y

los indios tomaron después sus cenizas y puestas en una tinajuela le con–

servaron..."

(AcosTA, VI, 20). Resuelve la dificultad el PADRE CoBo a su

acostumbrada manera, como oportunamente lo subraya Riva Agüero,

esto es, duplicando los hechos, y afirmando que estaban reducidos a ce–

nizas tanto el cuerpo de Wiraqocha como el de Túpaq Yupanki, y como

le corresponde dar razón del autor de la incineración del segundo, no

pudiendo impunemente repetir los nombres de Juan y Gonzalo Pizarro

(en lo que ambas versiones anteriores tampoco procedían de acuerdo),

afirma que la momia de Túpaq Inga fué quemada por dos generales de

Atauwal~pa,llamadosQuizquis

y Charcochima (CoBo, Libro XII, cap. .XV,

pág. 178). Con tal reduplicación se da un mazazo definitivo a las listas