Las momias reales
193
y reunidos en tinajas; en la última línea resalta la duplicación perpetrada
por CO'Bo.
ONDEGARDO A.
Amaru Pachakuti
Yupanki Túpaq Inga t
Wáyna
id.
B.
Amaru Pach.a;;kuti
Túpaq Ingat Wáyna
AGOSTA
Wiraqochat
P achakuti
Wáyna
GARCILASO
Wiraqocha
Túpaq Inga
Wáyna
P. COBO
Wiraqochat
Pachakuti
Túpaq Ingat Wáyna
En lo que concierne al Inka Pachakuti, parece que las
ReLaciones
manuscritas de Polo, que fueron utilizadas por Acosta, consignaban que
su momia fué encontrada en Totocache, actual parroquia de San Bias
en el Cuzco, porque había sido trasladada allí desde Patallacta. Acosta
agrega por su parte, después de examinar las momias trasladadas del
Cuzco a Lima por mandato del virrey marqués de Cañete, que su estado
de conservación era perfecto
"tan entero
y
aderezado con ci erto betún, que
parecía vivo".
Garcilaso, en cambio, asigna a Túpaq Inga la momia que
Acosta ha atribuído a Pachakuti, y no vió la de Pachakuti entre los cuerpos
reales que examinara en la casa de Polo, en el Cuzco.
En definitiva, del mismo modo que hemos reconocido -
en contra
de la argumentación de GoNZÁLEZ DE LA RosA -
que el hecho de no
haberse encontrado su cuerpo no es prueba que aporte ventaja a la tesis
de la no existencia de Manku Qhápaq, rechazamos ahora, igualmente,
que pueda comprobarse la existencia carnal de Pachakuti Inka alegando
la noticia del hallazgo de su cuerpo por obra de Ondegardo, aun imagi–
nando que se desvaneciesen las incertidumbres y contradicciones que la
comparación de las fuentes descubre en tal abundancia.
Después de sopesar con cautela todas las piezas justificativas que se
aducen, nos hemos formado la certeza que
" los españoles no pudieron
averiguar con certidumbre cuáles eran los incas exhumados",
como lo asevera
el crítico e historiador peruano JosÉ DE LA RrvA AGÜERO ya en su obra
juvenil
(La Historia en el Perú,
Lima 1910, pág. 137). Un cuarto de siglo
después debía confirmar el mismo Autor que
"lo más seguro por varias
razones es que Ondegardo no pudo distinguir con certeza a qué Ingas corres–
pondían los cuerpos que descubrió" (Civilización peruana, época prehis–
pánica;
curso de la Universidad Católica, Lima 1037, pág. 109), y ambas
afirmaciones se apoyan en la autorizada opinión de JIMÉNEZ DE LA Es–
PADA.
En lo que se refiere de modo particular al Inka Pachakuti, hemos de
tener presente que no todas las relaciones llegadas hasta nosotros nos
dejan la posibilidad de suponer que el cadáver encontrado en Totocache
fuese el de este Inka.