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Apéndice C.

ICONOGRAFIA INCAICA

Son conocidas por todas las personas que cultivan la anticuaría pe–

ruana ciertas colecciones de retratos de los reyes de la monarquía cuzqueña,

que generalmente consisten en un conjunto de figuras puestas en hilera,

con ajuste a la sucesión dinástica de la lista oficializada. Conviene hacer–

desde luego - una distinción fundamental, separando por una parte

aquellas que manifiestamente son obra de dibujantes o pintores del final

del '800 o de esta primera mitad del '900, y, por la otra, las colecciones

que nos llegan de épocas más antiguas.

A las primeras no hay quien se atreva a asignar valor documental

alguno, por la manera harto indirecta con que sus Autores 'se documen–

taron', como suele decirse en el lenguaje de los artistas plásticos; aunque–

en realidad - la mayoría ha preferido guiarse por el sentimiento y la

fantasía, siguiendo en ello los cánones artísticos que se pregonan actual–

mente, que no tenemos intención de discutir, pero que con toda evidencia

empobrecen siempre mayormente el monto de las utilidades que las artes

del dibujo pueden prestar a la reconstrucción de lo antiguo.

De las segundas, en cambio, conviene ocuparse algo detenidamente,

en lo posible con mayor detenimiento del que pusieron en obra JIMÉNEZ

DE LA ESPADA, BANDELIER, URTEAGA y PIETSCHMANN, el último de los

cuales a todos los supera en información y delicadeza comparativa.

Estos comentaristas, en realidad, sólo tuvieron como objeto de es–

tudio la bien conocida lámina publicada en Madrid por ANTONIO DE

HERRERA, como frontispicio de la V Década de su

Historia general de los

hechos de los Castellanos en .las islas

y

tierra firme del mar Océano,

cuya

primera edición vió la luz en 1615 (reproducida en este tomo en la lá–

mina

II).

En el presente ensayo hemos decidido considerar con no menor dete–

nimiento los once retratos de las páginas 36 a 112 de la

Nueva Coronica

de FELIPE GUAMAN POMA DE AYALA, compilada en los años que prece–

dieron a 1613, por el hecho que representan una documentación plástica

contemporánea de la anterior, pero de origen netamente peruano y rea–

lizada por un indígena con absoluto desconocimiento de la iconografía