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Iconografía incaica

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figuradas que el texto indica 'pintadas'? La obscuridad sobre ambos

puntos ha dado lugar a varias inexactitudes de los comentaristas contem-

poráneos, como lo veremos más adelante.

.

La primera opinión sobre la importancia de dichos paños como fuente

de la iconografía incaica, la debemos al propio don Marcos Jiménez de

la Espada, quien aseguró, en su memorable informe de 1879 al Ministro

de Fomento del gobierno español, que los retratos de la V Década de He–

rrera procedían directamente de los paños enviados por Toledo a Madrid:

"Conviene ahora saber, Excelentísimo Señor, que esas trazas de que sin duda

se sirvió el cronista Antonio de Herrera para la portada de su Década V ..."

(ver Tres Relaciones, etc., pág.

XXV).

El peruano doctor HoRACIO URTEAGA no pierde su tiempo en abrir

juicio sobre la veracidad de la opinión de Jiménez de la Espada y pro–

pugna, sin más, la aceptación de la iconografía de Herrera como la más

fiel representación de las imágenes de los monarcas del Perú

(El Imperio

Incaico,

Lima 1931, pág. 219). Con sus habituales 'mangas anchas', llega

a escribir:

"En las averiguaciones tomadas en el Cuzco por el Virrey Toledo,

allá por los años de

1570

a

72,

toparon los rebuscadores de datos, objetos y

noticias, referentes a la vida de los Incas, con unos documentos de valor insu–

perable; eran lienzos sarduáricos, seguramente los que se habían hallado en

el Coricancha, donde se veí an di bujados y bordados los retratos de los Incas,

acompañados de otros dibujos que representaban los pr·incipales hechos de

su gobierno, y algunos referentes al origen de las dinastías y a las leyendas

de M anca Capac y sus hermanos"

(pá,s. 215); párrafo que comprende una

serie combinada y progresiva de afirmaciones fundadas en el vacío, no

sólo por el hecho de establecer la identidad de los 'paños' de Toledo con

obras del antiguo Inkanato, sino también la procedencia de los mismos de

las paredes del Qorikancha.

Cuando el comentarista peruano escribía estos conceptos, habían

pasado ya cinco lustros desde la publicación de las atinadas conclusiones

de RICHARD PIETSCHMANN (Goettingen, 1906, p. XLIII), el primero

que formulara la metódica que debe emplearse en el ,análisis de estas

cuestiones, y es la misma que hemos delineado en el

Introito

al exigir

que se disciernan los signos particulares de cada época, sin confundirlos

con los de otras, tarea que hemos definido como consecuencia concreta

del

sentido de la historicidad.

He aquí su procedimiento.

Empieza Pietschmann por analizar el retrato de Manku Qhápaq, el

primero de los medallones de Herrera.

"Su frente está adornada por la borla,

y sobre ésta lleva un ornato en forma de cabeza de león, con arriba una suerte

de rrtJedialuna, con dos plumas,

l.as

que aparecen igualmente en los retratos

de otros reyes. En los lóbulos de la oreja, oradados y extendidos, se inserta