casa,
y
pidió· a su compañ·ero que pusiera fin a la audición;–
pero éste, ·ebrio de gloria, no qú.iso oír razones,
y
el ave se
v.ióo"bligada a volver sola a la tierra .
. Bor f:in,. el zorro, casi desvanecido de fati-ga·, se echó a
dorm-ir en la pradera del cielo. Muy av-anzada estaba lama- .
ñana del día sigui·ente·, c1:1ando despertó; pero las cos-as eran
muy distintas a]lora: · estaba completamente solo; · ningún
espíritu se divisaba por las vecindades, su guitarra
y
el
com~
padre cóndor habían desaparecido,
y,
para
comple~a~
las
· desdichas, se moría de hambre. \ . ¿Qué' hacer?
Una idea acv.dió a su cerebro:
~untó
gran cantidad de
hierbas
y
con
ellas
fabricó un largo
y
resistente cor.del; en
seguida amarró un.·extremo al picaporte de la puerta celes- ,
tial y ·el otro lo arrojó al vacío; cuando estuvo seguro de que
este último había ido a parar a la cumbre de una montaña,
se cogió de él con Ias cuatr.o patas y se desli,zó a lo largo
de la cuerda.
'
.·
En mitad del cam-ino; uri gav_ilán que r·evoioteaba por
a
·u
le preguntó:
.-.
-¡Eh, compadre! ¿T·e fué bien ·en tu yiaje?
1
El zorro, Heno d·e orgullo por haber tocado
y
bailado ante
los espíritus del paraíso, se ofendió de sem·ejante familia–
ridad:
-¿Llamas
compadr~e
----€Xclamó- a un personaje como
yo,
mú.si·co de· los cielos? ¿Cómo te atreves
a
trat&,rme de
igual a igual?
-¿Person~aje,
tú? .-r·epl.icó el ave-. Los ladrones de
gallina, los amigos
d:e
los inmundos turones, como .tú, no son
personaj-es ni en :fa ti·erra ni ·en el cielo. . . Vil roedor de
huesos; ¿te atrev·erías siquiera a compararte conmigo? Yo,
que
poseo
alas
·y
·en rápido vuelo hiendo el
air~,
remontán–
dome hasta las
estr~ellas?.
. . ·
Encolerizado, ·el z.orro le contestó con una sangrienta in–
juria, que puso furiosa al ave de rapiña, la que, adhiriendo
.con sus garras a la cuerda, se puso a despedazarla a picotazos.
En vez de pres-entarle sus excusas, el fatuo animal chilló ;
-Ten cuidado, mal bicho, nariz c-hueca ... ¡Ya me las
pag·aráS!
Pero la última fióra de la cuerda se había cortado y el
zorro rodó al va,cío. RetC'i:én .entonc·es pidió
pe~dón
a gritos;
pero ya era tarde,
y
como en la sup·erficie de l.a tierra no
existen mantas para amortiguar los golpes, fué a dar sobre
una filuda roca, donde se despanzurró:
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