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rededor del

1

ugar

'y

én seguida régresan

a1

templo para·

P9.6

ner la estatua en su pedestal. Como ya hemos dicho, las

manifestaciones de júbilo continúan hasta - la caída de la

noche.

n ·urante las festividades religiosas que marca el calen,.¡

dario, el indio siente despertar en su espíritu _los -sent-imireri

~

tos

piado~os.

·

/

La Semana Santa es una -de .las solemnidades que tienen

la virtud de inflama;r s.u fervor ardiente y casi infantil. Co–

m~enzan

el domingo de Ramos. Durante la misa, colocan una

imag.en

de Cristo, articulada y de ·tamaño natural, sentada

sobr·e e

l altar. Los indios créen que la efigie del

S~lvador

debe asistir al Santo Sacrificio, como ·todo buen . católico.

Después que termina el oficio, dos indígenas la- transportan

a uno

de

los

extrem~s

de la aldea

y

allí la co.loean bajo un

techo de ramas. La muchedumbre acompañante, entretanto,

canta y baHa al son de la música, sin dejar de refr·e.s.car la

garganta con aqundante chicha recién ferm·entada.

Entre las tres y las cuatro de la tarde el cura se dirige

,...... ha·cia el lugar a buscar la imagen, la cual se mentiene . a

horcajadas sobre el lomo de un asno, mientras dos indios

pertenecí-entes ·a la guardia de honor la mantiet:l·en erguida

durante todo el trayecto.

A

la 'Cabeza del séquito, otros in–

dígenas llevan incensarios, cuyo humo perfumado envuelve

a la multitud.

·

Otro asno d6cilmente adiestrado camina detrás, carga–

do con daiS grandes canastos rebosantes de apetitosas frutas.

Siguen a continuación el Óficiante, los músic·os y toct.,a la po–

blación, agitando- ramos de palma. Los petardos resuenan

por ,las canes y las gentes arrojan

flores

al paso del corte–

jo, que marcha bajo una serie de

arc.as

de 'triunfo, que s:e

suc·eden durante todo el trayecto,

hasta l

legar a la ig-lesia.

A la entrada, los dos j.inetes detlenen la

cabalga~dura,

descienden la imagen· y la conducen hasta el altar donde

la sientan como en un troRo. En este momento ofrecen las

canastas de frutas al sa;cerdote, en su calidad de represen–

tante del Señor.

En esta ocasión, en la ciudad de Ayacucho se realiza

también una brillante

y

pintoresca procesión. Por los cami–

nos de acceso al lugar aparec·e ún largo cortejo de hombres

y

bestias; primero un gran núm·ero de mulas, adornadas con

telas de vistosos colores

y

cargadas con grandes

h~ces

de

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