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Al cuarto dia, el sacerdote ofrecía al idolo un trozo de

grasa, símbolo de prosperidad; en seguida, la s

angre

de una

/

llama como homenaje viviente. Entretanto, los

jef.es

canta-

ban himnos de alabanzas .y súplicas. Termina

da est

a cer·e–

monia, !:as doce capillas eran clausuradas por ·espacio de un

año.

Transcurridos los doce meses, uno de los ministros del

·culto entraba so1o y preguntaba .al dios, en ·el mayar secre–

, to, si las mazorcas ·conservaban su poder germinativo. Si

la respuesta era afirmativa, el

oficia~te

salía sin tocarlas,

anunciaba la nueva a1 pueblo y con él a.grade·cía al dios

·benévolo. -En ·caso· ·contrario, se las quemaba solemnemente

y los jefes iban a ·s·ele·ccionar

o~ras

para

coisagrarl~s

a su vez.

Tal es la c-eremonia que aun existe entr'e los

ind~os

mo–

dernos, en varias regiones del país - ·particularmente en

..Ar.equipa-, en honor de "Sacra-mama", la Madre maíz.

Un lunes del mes

d~

junio, todos los propi·etarios se dl–

rig·en a sus ·maizales. La familia ·ent·era Jos acompaña con ·

ramos de flores, jarras de chicha,

~plantas

aromáticas, hojas

de coca, hierbas para saz.onar y diferent·es utensilios de co-

/ cina. Llevan sus ropas pintadas de rojo con el_jugo d·e los

pepinos del dicotiledón dactilíf·ero o "airampu"; además,

llevan el pelo muy pegado al cráneo gracias al liquido ex-

,.

primido de la pepa de la granada.

Apenas llegan a sus posesiones, las visitan minuciosa–

m·ente, regándolas con chicha, mientras los labiQs murmu–

ran una invocación a la divinidad que pre.sid·e la tierra. He–

cho esto, colocan en cada ángulo

d~l

campo una ancha oUa

llena de coca, de maíz, de inci·enso y hierbas odoriferas, a

lo cual encienden fuego. El

humo ~

de ·estos rústicos incen–

sarios se extiende entoncés por todo el campo

y

perfuma

plantas

y

mazorcas.

En

~eguida,

cada uno procede a desarraigar cierto nú–

mero de plantas; generalmente las más altas

y

con sus fru-–

tos aun ·Gerrados; el cosechador abre con el mayor cuidado

las hojas a ·fin de dejar la mazorca perfectamente intacta.

Luego la desgrana, rod·ea el eje desnudo con una corona de

flores y vuelve a c·errar el estuche de verdes hojas.

Más tarde, todos se reúnen a un ·extremo· de la plan–

tación, y el. j-efe del hogar erige una ramada cónica con las

plantas arrancadas y despojadas de su dorado tesoro; luego

machaca entre dos

pi~dras

los granos recogidos, sazona la

masa con pimie;nta s·eca

y

plantas aromáticas,

y

reparte en-

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