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cantos seculares que corresponden admirablemente, a aquellos instru–

mentos milenarios_

No hay duda alguna de que estos autores, en la difícil e ingrata

tarea del estudio de la música ele los Incas, emprendida por ellos por

primera vez en forma seria, tuvieron felices atisbos y realizaron valicsos

descubrimientos_ Empero, en lo referente a los instrumentos musicales,

especialmente a las flautas rectas y las siringas andinas o

antams,

se

vieron acompañados ele muy poca fortuna , pues, aún cuando estuvieron

plenamente convencidos de su utilidad para reconocer, o establecer la

o las escalas en que es taría fundada la música aborigen peruana, se

dejaron dominar por una idea preconcebida ele encontrar

~n

ella un

solo sistema, el pentatónico universal, y no juzgaron conveniente inquirir

mayores d etalles sobre los recursos, variedad de sc niclos, usos especiales

y

otras cualidades, malas o buenas, que pudieran tener aquellos ins–

trumentos, y despreciaron, o dejaron pasar inadver tidas, muchas antaras

que presentaban escalas diversas y clistin tas a la pen tatónica vulgar,

algunas de ellas realmente incomprensibles, pero que haciendo un

minucioso examen escuc!Tiñaclor, podrían quizás conducir al in\,estiga–

dor a conclusiones

y

deducciones lógicas. Así, pues, según los indicados

autores (conforme transparenta su manera ele proceder), un soplo

sencillo, ele una sola intensidad

y

en una sola posi€ión, procedimiento

con el que se satisfacen los que desconocen el manejo técnico de los

instrumentos, era suficiente para pcsesionarse de todos sus recursos. En

este concepto sintieron horror por toda especulación detenida

y

conde–

naron a bsolutamente todo procedimiento minucioso, lo cual se eles–

prende de las siguientes frases que se refieren a dos investigadores de

la música e instrumentos aborígenes mejicanos y peruanos, respectiva–

mente : "Señalemos, exclaman, un estudio de Cresson, intitulado Astec

Music, en el que el autor ensaya la manera de probar, con la ayuda de

un tlapizsali, que llega a dar sobre estos instrumentos de cuatro

perforaciones, no sclamente nuestra gama diatónica, sino también todos

nuestros intervalos cromáticos. A este efecto, él

tortura literalmente al

malhadado flagiolet,

embocando en parte o en su totalidad su pabellón,

obturando sucesivamente las cuatro perforaciones, por mitad o comple–

tamente y en un orden regular. Concluye que la música de los aztecas,

en cuanto a intervalos, era tan rica como

la

nuestra. Se puede realmente

así aplicar el proverbio: "Quién quiere probar mucho, no prueba

nada". E. M. Cáceres de Lima, ha sometido una quena antigua a un

suplicio parecido en lo que Robles no encontró,

con justa razón,

sino

una gama de cinco sonidos, aquél descubre una gama mucho más rica.

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