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FORMA, DIMENSIONES, MATERIALES Y TECNICA

CONSTRUCTIVA DE LA ANTARA

La forma ordinaria de la antara, es la misma que la de la flauta de

Pan o siringa de otras civilizaciones. Generalmente lleva la configura–

ción de un triángulo rect;íngulo, truncado en el vértice que correspon–

dería en la dirección del tubo más pequeño ; aunque algunas

amaras–

de terracota tienen forma piramidal.

En tt:uanto al número de tubcs, el instrumento varía desde dos

y tres, hasta cuarenta. Las antaras que sirven _para la ejecución solista,

llevan de siete a cuarenta; pero las que no desempeñan el papel n1usical

propiamente dicho, apenas constan de tres a cinco tubos, como la que

usaban los

chasquis

del incanato, y posteriormente los conductores de

la correspondencia postal, para anunciar su proximidad. En cambio

las antaras que se emplean en la ejecución musical colectiva, constan

de varias {ilas de tubos, y cada fila, por lo regular, de siete u ocho

unidades.

Las dimensiones del instrumento son también variables. Las hay

de cinco centímetros de largo el primer tubo, como de diversas dimen–

siones mayores, hasta de dos metros. En las tumbas de les antiguos pe–

ruanos se han encontrado unas antaras muy pequeñas, y es probable

que ellas se empleaban o para combinaciones de tonalidad aguda en las

orquestas, o quizás como juguetes para los niños, o también como amu–

letos, a juzgar por la pequeña perforación que lleva en la base el tubo

más largo, como para pasar un hilo de suspensión. En lo que respecta

al diámetro de los tubos, exceptuando las antaras de piedra o madera,

su medida disminuye gradualmente, desde

el

primero al último.

Para la fabricación de las antaras, se empleaba diferentes materia–

les: caña, o carrizo o bambú; barro cocido, piedras blandas, (general–

mente la piedra caliza (carbonato de hierro); metales (oro, plata, cham–

pi); madera, plumas de aves (del cóndor o del pelícano); huesos (de

llama, vicuña, venado), tibia de cóndor o pelicano, y hasta huesos hu–

manos, prefiriéndose los ele los prisioneros ele guerra. Recuérdese lo

referido sobre la antara mandada construir por el feroz general Rumi–

ñahue, de los huesos ele un hijo del Emperador Huayna Ccapac.

Una cantidad considerable de los referidos instrumentos hubiéran–

se conservado para enriquecer nuestros museos, si no fuera por los faná–

ticos conquistadores, y especialmente por los frailes misioneros, quie–

nes mandaron quemar millares ele antaras y otros instrumentos musica-

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