las asentaban porque uhas son cóncavas de un cabo,
Y.
convexas de otro, y sesgas de otro. Unas con puntas a
las esquinas, y otras sin ellas: las cuales faltas o demasías
no las procuraban quitar ni emparejar, ni añadir, sino
en el vacío y cóncavo de una peña grandísima lo hen–
chí an con el lleno y convexo de otra peña tan grande
y mayor, si mayor la podían hallar; y por el semejante
el
sesgo o derecho de una peña, igualaban con el derecho
o sesgo de otra: y la esquina que faltaba a una peña,
la suplían sacándola de otra, no en pieza chica, que sola–
mente hinchase aquella falta, sino arrimando otra peña
con una punta sacada de ella, que curnpliese la falta
de la otra; de m anera, que la intención de aquellos in–
dios parece que fué, no poner en aquel muro piedras
chicas, aunque fuese pua cumplir las faltas de las gran–
des, sino que todas fuesen de admirable grandeza, y que
unas a otras se abrazasen, favoreciéndose todas, suplien–
do cada cual la falta de la otra para mayor majestad del
edificio. Y esto es lo que
el
P. Acosta quiso encarecer,
diciendo: Lo que más admira es, que no siendo cortadas
éstas de la muralla por regla, sino entre sí muy desigua–
les en el t amaño y en la facción, encajan unas con otras
con increíble juntura, sin mezcla. Con ir asentadas tan
sin orden, r egla, ni compás, están las peñas por todas
partes tan ajustadas unas con otras, como la cantería
pulida :
la haz de aquellas peñas labraron toscamente,
casi las dejaron como se estaban en su n acimiento, sola–
m ente para las junturas labraron de cada peña cuatro
dedos, y aquello muy bien labrado; de manera que de lo
tosco de la haz, y de lo pulido de las junturas, y del des-
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