como me la enviaron; quisiérala con testimonios de
es~
cribanos, porque lo más maravilloso de aquel edificio es
la increíble grandeza de las piedras, por el incompor–
t able trabajo que era menester para las alzar, y bajar
hasta ajustarlas y ponerlas como están: porque no se
alcanza, cómo se pudo hacer con no más ayuda de costa
que la de los brazos. Dice pues el P. Acosta, libro sexto,
capítulo catorce: Los edificios y fábricas que los lnkas
hicieron en fortalezas, en templos, en caminos, en casas
de campo y otras, fueron muchos y de excesivo trabajo,
como lo manifiestan el día de hoy las ruinas y pedazos
que han quedado, como se ven en el Cusco, y en Tya- 1
wanaku, y en Tambo, y en otras partes, donde hay pie–
dras de inmensa grandeza, que no se puede pensar cómo
se cortaron, y trajeron, y asentaron donde están; para
todos estos edificios y fortalezas que el lnka mandaba
hacer en el Cusco, y en diversas partes de su reino,
acudía grandísimo número de todas las provincias; por–
que la labor es extraña y para espantar, y no usaban de
mezcla, ni tenían, hierro ni acero para cortar y labrar
las piedras, ni máquinas, ni instrumentos para traerlas;
y con todo esto, están t an pulidamente labradas, que en
muchas partes apenas se ve la juntura de unas con otras.
Y son tan grandes muchas piedras de éstas, cómo está
dicho, que sería cosa increíble si no se viese. En Tyawa–
naku medí yo una piedra de treinta y ocho pies de largo
y diez y ocho de ancho, y el grueso sería de seis pies;
y en la muralla de la fortaleza del Cusco, que es de
mampostería, hay muchas piedras de mucho mayor gran–
deza: y lo que más admira es que no siendo cortadas
éstas que digo de la muralla, por regla, sino entre sí muy
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