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tirarlas; llevábanlas arrastrando a fuerza de brazós con

gruesas maromas; ni los caminos por donde las llevaban

eran llanos, sino sierras muy ásperas, con grandes cuestas

por do las subían y bajaban a pura fuerza de hombres.

Muchas de ellas llevaron de diez, doce, quince leguas,

particularmente la piedra, o por mejor decir la peña, que

los indio.s llaman Saykkusqa, que quiere decir cansada

(porque no llegó al edificio) se sabe que la trajeron de

quince leguas de la ciudad, y que pasó el río de Yukay,

que es poco menor que el Guadalquivir por Córdova.

Las que llevaron de más cerca fueron de Muyna, que está

cinco leguas del C.usco: pues pasar adelante con la ima–

ginación y pensar cómo pudieron ajustar tanto unas

piedras tan grandes, que apenas pueden meter la punta

de un cuchillo por .ellas, es nunca acabar. Muchas de

ellas están ajustadas, que apenas se aparece la juntura:

para ajustarlas tanto era menester levantar y asentar la

una piedra sobre la otra muy muchas veces; porque no

tuvieron. escuadra, ni supieron valerse siquiera de una

regla para asentarla encima de una piedra, y ver por

ella si estaba ajustada con la otra. Tampoco supieron

hacer grúas, ni garruchas, ni otro ingenio alguno que

les ayudara a subir y a bajar las piedras, siendo ellas

tan grandes que espantan, como lo dice el M. R. P. José

de Acosta, hablando de esta misma fortaleza que yo,

por tener la precisa medida del grandor de muchas de

ellas, me quiero valer de la autoridad de este gran varón,

que aunque lo he pedido a los condiscípulos, y me la han

enviado no ha sido la relación tan clara y distinta como

yo la pedía, de los tamaños de las piedras mayores, que

quisiera la medida por varas y ochavas, y no por brazas,

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