SE R G •I O
Q
U I JA D A
JA R A
Mientras tanto, afuera hay algazara, los "apus" (ricos¡
montan sus mejores caballos con bridas y espuelas enchapadas
de oro y plata, con sus buenos ponchos de vicuña y pellón sam–
pedrano. Apuestan a la carrera o simplemente dan un paseo con
el objeto de que les miren las señales de la riqueza que poseen.
Simultáneamente sobre la espalda de los pongos, las esposas,
los padres o las hermanas trasládan a un lugar de la extensa
pampa los sabrosos picantes, en especial de cuyes, que han pre–
parado en casa, además llevan el buen vino de Lunahuaná
y
chicha de maní. Entre las vivanderas también hay conocidas.
Ahí e,;tá la "jechja Goya", la "mama Bartola" y la "tamalera
Luisa" con sus célebres puca picantes, dulces de achita, hue–
vo-molle, sararroscas, tamales, picarones y chicha de maní, de
jora, de masa y de molle de los "huichún" de Cruz Verde.
Y entre la alegría del juego del tejo, de los jinetes, de las
copas, de los picantes, de la chicha y de los indios que miden
sus fuerzas Íevantando enormes piedras, el véspero éubre su
manto gris reanudando el solemne silencio de las almas en la
quietud del cementerio.
C) .-En los·puebluchos, anexos y pequeñas comarquillas,
nuestros indios no se han despojado todavía de la morbosa
creencia en las supersticiones, sobre todo porque los taita .cu–
ras no hacen nada por despertar a esos humildes seres, salvo
raras excepciones.
Por ejemplo, de mis datos
d~l
distrito.deAcoria, estoy en–
terado de que cincuenta años atrás, en Todos los Santos, los
indios iban de noche al cementerio a visitar a sus difllntos, lle–
vando aguardiente y coca; mientras ardían las velas alrededor
del sepulcro, comentando las virtudes del desaparecido, ya un
pocq mareados, se coi;iseguían arpa, quenas y violín y come·
tían la salvaje profanación de bailar, cantar y guapear. Pero
el párroco Sarmiento primero y don Ildauro Castro después,
amonestaron haciéndoles ver la inmoralidad y la falta de res–
peto que cometían. Desde entonces no repitieron ese crimen.
Ahora como en Cuenca, Conaica y en muchos otros lugares,
van en romería de noche a velar hasta cierta hora en que se
retiran con parsimonia.