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(juego que trazando una línea y teniendo un triángulo al cen–

tro, tiran de cierta distancia, con piedras redondas o monedas

de un sol, procurando introducir al triá ngulo que vale cuatro

puntos o sobre la línea que vale, dos, etc.)

B) .-El primero de noviembre la " indiada" prepara el " al–

ma micuy", es decir la comida para sus difUntos que consiste

en los mejores potajes que gustaba al muerto, y sobre todo el

"masa api" (mazamorra de masa). Algunas pasñas llevan en

ollitas a la capilla y las dejan envueltas en sus "pu.llucatas"

(man.tas) hasta después de la misa. A las doce de la noche ha–

brán entrado las almas a saborear las comidas que tanto les

gustaban, se dicen. Ahora, bendecidas por el taita cura, se dis–

tribuirán entre la parentela con la seguridad de que al comer,

siquiera un bocadito, destruirán todos los males localizados en

el interior de sus cuerpos.

Dos de noviembre,

dí~

de alegría y también de tristeza, de

ostentación y miseria; de pauperismo y riqueza.

Ya están los toldos de las vivanderas con sus puca picantes

mazamorras, picarones y chichas; la romería se hace más den–

sa con sus mejores vestidos y valiosas alhajas. Las chicas con

sus "tanta-huahuas" (muñecas de pan) y los chiquillos con su:;

caballitos de madera y badana. Siguen :las coronas de precio–

sas flores a1,tificiales de las familias de "alto copete", hasta las .

más humildes y rústicas flores silvestres, de múltiples colo–

res, de la plebe y de los pongas. Estos últimos también llevan

cruces bien pintadas para colocar en la cabecera de la sepul–

tura. Acuden al sac1istán que apenas mastica el "dominus", y

sobre todo a algún cieguito que es entendido en el "responso"

puesto que, teniendo los ojos cerrados para las

co~s

munda–

nas, está en comunicación con las almas porque se compene–

tra y se emociona. "San Pedro: cielo puncuta quichaicuhuay,

tucuy siempre Diosninchicta ja huaspa causa naipaj" (San Pe–

dro: ábreme las puertas del Cielo, para vivir contemplando

siempre a nuestro Dios). Sigue rezando el cieguito a cinco cen–

tavos por cada alma, por todos y por cada uno de los parien–

tes que han muerto aunque estuvieran enterrados en otros lu–

gares; y, entre la rociada del agua bendita y el canto lastime–

ro, rueda una lágrima de fatiga y de dolor . . .