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EL ENTIERRO Y EL LAVADO
Cuando muere un indígena en algunos lugares como en
Colcabamba, no lo entierran dentro de un ataúd, sino que coi;.–
feccionan una especie de fosa y lo entierran, colocando, antes,
la cabeza con dirección Norte para que mire a l Cielo. Act'J
seguido deshacen la camilla y arrojan los palos lo más lej0s
posible, porque si intentan regresar a sus casas de "segurito"
que les perseguirá el espíritu del finado y no los dejarán
tranquilos.
/Al fallecer un "majta", ROr ejemplo, borrach o en una co··
rrida de toros, dicen que su alma no tiene salvación de Dios,
lo mismo cuando alguien se suicida. A éstos no los llevan al
aementerio sino a la chacra. Aquí, en la fosa, extienden un::i.
especie de colch ón pero de duras y resistentes espinas llama–
das "ancu- quichcas", encima colocan al muerto que está
envuelto con su hábito de bayeta gris, y lo entierran. Dicen
que consumiéndose así el cuerpo, reparan el pecado de
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buscado la muerte en esa forma.
Creen además, que los que fallecen no se dan cuenta de
su muerte sino al quinto día, quienes al saber que h an desa–
parecido de esta tierra, se desesperan, lloran, se
lamenta~¡.
sufren y anhelan recorrer los caminos de sus gratas vivencias
y penetrar a las casas de sus queridas familias.
De acuerdo con esta creencia supersticiosa, a Jos cincíJ
días de h aberse efectuado el entierro, los familiares y parien–
tes tienen que hacer el "Pichjacu" (lavado). Para esto ).'et..–
nen los vestidos, ropa de cama y .objet os de uso personal del
finado y se encaminan a una pampa de tupido gras donde cru–
za un río y en cuyos bordes crecen "alas" y retamas. Este si–
tio es conocido con el nombre de "pichjana - pampa", donde
se entregan al lavado más o menos deten ido de dichas cosas
matizando los momentos que trascurren entre libaciones.