Oración de San Jerónimo
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Oh, miserioordioso Jesús, mi fortaleza
y
mi espe–
ran2ía, en Ti creo, -en Ti espero y a Ti amo y amrur.é eterna–
mente; dame el
S'OCO'.l1rO
de tu poderosa mwno
para
pasar de
esta
vida a la muel!'te. Ya es
el
ti€llllpo llegado, Señoir, de que
~e
cuerpo, que no ha sido otira cosa que tierra, se haga
tierra otra vez
y
de que el aJlma que en ella se ha albergado
vuelva a su Creador.
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Abreme, Paid:re, las puertas de la Vida. Acuérdate;
SeñO!r, de que cuando
sufr~as
en
la
Cruz como si fueiras un
fadrón, prometiste, buen Dios, que Tú darías el cielo a los
peoadores. Confia!do, Señor, en tu paillabra, te pido me lo des.
Dirige a mí tus ojos, Señor,
y
mírame no de otro modo que
miraste
un día 'aJl buen 1a<lrón,
ail
que abriste
~as
puertas del
Pwaíso. Clavado en la Cruz, saJlvaste a Mateo y a la Mag–
d!rulena y protegiste a otros pecaJdores con tu miJSericordiia.
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Tú eres siempre el miJSmo, Señor, siempre inmuta–
ble; yo, en cambio, Señor, soy igua1 que ellos. ¡Ay de mí,
pe–
cador!... Pero tu bondad me fortalece... porque... ¿qué gana–
rás Tú, Padre mío, con arrojar
al
fuego eterno esta paja
agostada poir 1a enfermedad ?
Tú puedes, Señor, y es propio de
Tu
misericordia, pe:rdo–
na.:r
los peoaidos y Jevantar a los que, como cerdos, hozan
y
se revuelcan 'en el limo fangoso del pecado. Señoc, no me
:rechaces ; soy carne de tu carne y hueso de tus huesos;
hijo de un miJSmo pa<k'e,
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pues no de otra sueribe me
llamas en el Evangelio al decitrone t u he:rnnano. Y por esto,
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